La responsabilidad empieza en los sueños

[...] personas que existieron pero jamás conocí más que en el delirio inconstante de mis sueños.
(Los Cuadernos del Hafa - Pablo Cerezal)

I’ll let you be in my dreams if I can be in yours.
(Talkin' World War III Blues - Bob Dylan)

Y a veces pienso que en el mundo real, hay tres bandos,
los unos que viven y otros que lo intentan.
Los terceros... sólo sueñan.
(Los seres únicos - Love Of Lesbian)

Hay tres tipos de comida. Una es la comida que te hace tu madre. Otra es el tipo de comida que se come en los restaurantes. La otra es el tipo de comida que comes en los sueños.
(La chica detective - Kelly Link)

Has vuelto a hablar en sueños otra vez y me gustó...
(Una inquietud persigue mi alma - Iván Ferreiro)







Yo escuchando... Yo leyendo... Yo soñando…



Yo con Scarlett Johansson bailando More Than This.

Es la versión original, pero de fondo, como si brotara de dentro de la cabeza de Scarlett, como si llevara puesta una escafandra, puedo oír la voz reverberada de Bill Murray que canturrea la misma canción. Por un momento creo tener acceso a sus pensamientos, a los de Scarlett quiero decir, recuerdos nipones, paseos por Shibuya y Asakusa, noches de karaoke, de cuando se encontraron Bob y Charlotte, mientras ella y yo ejecutamos un sosegado cheek to cheek abrazados y moviéndonos lentamente. Para nada la bailamos como Bryan Ferry en su videoclip donde más bien parece seguir el ritmo de It’s not unusual de Tom Jones al más puro estilo Carlton Banks.

Scarlett desliza sus fríos dedos por mi nuca al mismo tiempo que sus labios rozan mi oreja y casi en un susurro canta: «It was fun for awhile, there was no way of knowing, like a dream in the night, who can say where we're going…»
Las tres voces entremezcladas, la de Scarlett, la de Murray y la de Ferry, componen un mosaico cacofónico e hipnótico, casi mareante, y me conducen a un profundo sopor:

Yo con Pessoa en un Chevrolet alquilado. Conduce por la carretera de Sintra, por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo, y nos apena haber dejado atrás Lisboa. Le pregunto si estamos en un sueño, aunque conozco la respuesta, he preguntado por preguntar, pero él responde de todos modos: «Un cerebro soñando es el mismo que piensa y los sueños no pueden ser incoherentes porque no pasan de pensamientos como otros cualquiera.» Aprovecho su cita para introducir un anacronismo en forma de CD, el primer álbum de Antonio Carlos Jobim, The Composer of Desafinado, Plays, y rizando el rizo selecciono la pista número 6, Insensatez.
Entramos en una casucha al borde del camino. Deja su sombrero encima de una mesa y, todavía sin prender luz alguna, se dirige a un mueble bar. Me ofrece un vaso y dice que hasta que no entra ese líquido amarillento de sabor potente en su cuerpo él no es “persona”.

En un papel escribe "I know not what tomorrow will bring..." y por primera vez nuestras miradas se cruzan, o más bien me mira por primera vez directamente a los ojos y, apuntándome con la pluma estilográfica, declama: «Yo no sé que depara el mañana…, pero recuerda que tenemos, quienes vivimos, una vida que es vivida y otra vida que es pensada, y la única en que existimos es la que está dividida entre la cierta y la errada».

La bebida que me ha ofrecido es realmente fuerte, demasiado para mí, no estoy acostumbrado a beber alcohol y vuelvo a sentirme mareado, empiezo a sudar y de inmediato llega otra fuga psicogénica:

Yo con Sylvia Plath besándonos como se besa por primera vez. Me suplica que la lleve en mi nave hasta la habitación de Emily Dickinson. Viven relativamente cerca la una de la otra, a unas noventa y cinco millas, dos horas en coche más o menos, «y ciento trece años» me recuerda Sylvia mientras me aprieta las nalgas y, sí, por qué no admitirlo, me pone a mil.
En la nave se puede oír de fondo a Lou Reed cantando This Magic Moment -¡ay si nos viera David Lynch!- e inevitablemente empiezo a pensar en Manuel Vilas y sus conversaciones con Dios.

El viaje de Boston a Amherst ha durado cinco minutos, es lo que tienen las máquinas del tiempo, entre “tímidas y Tombuctú”.
¿Señor Vonnegut? ¿Está usted ahí? «Debes hablar de lo que conoces ¿Cuántas veces me lo habrás leído decir?»

Cuando llegamos, Emily y Carlo (su perro), nos reciben en su jardín. En una mesa hay un par de bandejas con las especialidades culinarias de Emily: pudin, dulces y el famoso pan redondo de centeno con el que ganó el segundo premio en la feria del ganado de Amherst en 1856. Todo sabe delicioso y su padre, que ha venido a saludarnos y durante todo el tiempo que pasa con nosotros no le quita el ojo de encima a Sylvia, nos confiesa que no come otro pan desde que probó el que cocina Emily.

Nos despedimos de él y nos encerramos los tres en una habitación. De momento no atisbo ni el menor detalle que evidencie que estamos ante una gran escritora. En la estancia no habrá más de cinco libros y no veo papeles ni plumas ni nada que pudiera hacer pensar que ahí se han escrito más de mil ochocientos poemas. El decoro no me permite decir cuál de ellas desnuda a la otra ni que entre las dos me desnudan a mí, pero ¡uy! ya lo he dicho.

Alguien llama a la puerta pero entra sin esperar respuesta. Es Paul Auster en persona que calzado con mocasines azul eléctricos disipa mi erección como el viento las nubes. Menuda ironía, se ha calzado así para sorprender a Emily, pero ella ni caso (sólo tiene ojos para Plath igual que el padre de Emily, el señor Edward Dickinson, hace un momento). Auster no se corta, no parece haberle importado lo más mínimo que Emily no se fije en él ni haberse topado con dos mujeres y un hombre desnudos en plena faena, es más, observa los espacios blancos, se sienta cómodamente en una butaca que hay en un rincón y empieza a recitar: «Algo sucede y, desde el instante en que comienza a suceder, nada puede volver a ser lo mismo. Algo sucede. O bien, algo no sucede. Un cuerpo se mueve. O bien, no se mueve. Y si se mueve, algo comienza a suceder. Y aun si no se mueve, algo comienza a suceder.»
Qué oportuno, ahora sí ha conseguido captar la atención de Emily y, efectivamente, algo sucede, recogemos todos nuestra ropa resignados, nos vestimos y damos por acabada la orgía.

Emily le responde a Auster con uno de sus poemas: «Algunos dicen / la palabra muere al ser dicha. / Yo digo que empieza a vivir ese día.»
Mientras ellos se susurran, Sylvia y yo nos pillamos una depre del copón. Paul le pregunta si le gustan sus mocasines, que los ha comprado expresamente por su poema, el 1593. Emily, sorprendida ante tamaña intrusión en su aún inédita obra, argumenta que no ha escrito poema alguno en el que aparezcan zapatos eléctricos, que no comprende cómo pueden aparecer esos zapatos en nada que haya podido escribir ella si no ha visto a nadie calzado con ellos jamás. Que quizás lo escriba ahora, o mejor cuando todos nos larguemos de su habitación.

Deja de engañar, no quieras ocultar que has pasado sin tropezar, monstruo de papel, no sé contra quién voy ¿o es que acaso hay alguien más aquí? Vaya pesadilla, corriendo, con una bestia detrás, dime que es mentira todo, un sueño tonto y no más, me da miedo la inmensidad donde nadie oye mi voz…

Después de la lucha de gigantes Auster le recita el poema 1593 y, cuando llega a la parte del mocasín eléctrico, la muchacha le interrumpe para explicar que seguramente se refiere a una serpiente de agua muy venenosa, water moccasin snake, de la misma familia que la cascabel y la víbora cobriza. Paul ruborizado empieza a comprender que ha hecho un ridículo espantoso, pero además recuerda que escribió una carta a su amigo John Maxwell Coetzee en la que le contaba que no lograba entender que apareciera un mocasín eléctrico en un poema tan antiguo. Auster parece abatido, como si le hubiesen dado la peor noticia que uno puede esperar. Sus enormes ojos, tan brillantes hace un momento mientras observaba a Emily, se han transformado en algo horrible, de alguna manera parecen diabólicos, y ahora sus ojeras son más acentuadas, como si no hubiera dormido en días. Me pregunta quién soy, qué hago ahí y cómo he llegado y, lo que es aún más importante, quiere saber lo mismo sobre él. Pero le ha bastado mirar hacia mis manos para comprenderlo todo de golpe y renuncia a hacer más preguntas. Así que me pide un favor, un sólo favor, que le lleve al país de las últimas cosas. Necesita aclarar sus ideas aunque eso sea lo último que haga en su vida. 

«Una inquietud persigue mi alma», la canción de Iván Ferreiro, suena de fondo, y cuando llega a la parte que dice «si no recibes esta grabación es que me perdí» pensamos en Anna Blume.
La habitación se oscurece y todo gira a nuestro alrededor. Auster y yo, uno frente al otro. Oímos una voz de mujer que se aproxima: «Fred? Fred, Where are you?» 

Hemos entrado en el sueño de Fred Madison ¿Renee preguntando por Fred? debemos salir de ahí cuanto antes si apreciamos nuestras extremidades.
Aunque si lo pienso bien ¿no será este el país de las últimas cosas? A nuestro alrededor lo que hace un momento estaba ya no está, miramos al suelo y vemos el pasaporte de un hombre llamado Quinn. «Cierras los ojos un momento, o te das la vuelta para mirar otra cosa y aquella que tenías delante desaparece de repente. Nada perdura, ya ves, ni siquiera los pensamientos en tu interior. Y no vale la pena perder el tiempo buscándolos; una vez que una cosa desaparece, ha llegado a su fin.»



La cartera del cretino, de Kurt Vonnegut

http://malpasoed.com/Todo esto sucedió, más o menos. La primera sorpresa fue cuando Roberto de Paz me informó de que se publicaba material inédito de Kurt Vonnegut; nada menos que siete relatos (el último incompleto) y un ensayo, todos ellos nunca antes publicados.
En parte, me siento un intruso al acercarme a un material del que no sabemos si el autor se sentía orgulloso, pero, por otro lado, siento una enorme felicidad por aumentar mi biblioteca personal y poder leer más narraciones del siempre mordaz e irónico Vonnegut.
Los que seguís este blog ya sabéis que es uno de mis escritores favoritos, que por él siento gran devoción y que puedo presumir de haber leído casi la totalidad de lo que ha escrito (en este punto hay que aclarar que aún queda mucho material inédito en castellano y que deseo con todas mis fuerzas que alguien -a ver si lee esto el editor de Malpaso- lo quiera publicar, por poner sólo un ejemplo: "Welcome to the Monkey House").
La segunda sorpresa fue que me llegara a casa (no os podéis imaginar la ilusión que me hizo) y además en una edición tan bonita (las hojas tintadas de naranja en los bordes y de tapa dura). Pero las sorpresas no acaban ahí, y es que el próximo 11 de noviembre en la librería Nollegiu, en Barcelona, se celebra un homenaje coincidiendo con el día que Kurt Vonnegut hubiera cumplido 91 años, un acto que lleva por título 'Matadero Vonnegut', y que se ha organizado por culpa de (y gracias a) la editorial Malpaso, responsables de la publicación de "La cartera del cretino". Así que un servidor se siente más feliz que Tom Sawyer en un día sin colegio.


(Aprovecho, a propósito de lo que voy comentando en esta no-reseña, para ir introduciendo frases, aforismos o sentencias, cómo lo quieran llamar, de mi admirado Vonnegut -lo hago en color naranja para que las puedan identificar y porque, como ya he dicho, es el color que lleva la edición de este libro tintado en los bordes). 

Aquí va otra: So it goes (Así fue)

¿Cuántas sorpresas he enumerado ya?
Si esto no es maravilloso, ¿qué lo será? 

Pues sí, hay más sorpresas ¿la quinta ya? Y ésta tiene que ver con una de las novelas que más me gustan de entre todas las que publicó Vonnegut y el primer relato que encontramos en "La cartera del cretino". Estoy hablando de "Las sirenas de Titán" (1959), su segunda novela y que ahora sólo se consigue en el mercado de segunda mano o en versión digital, una novela que sí es auténtica ciencia ficción (sigo sin comprender porque se le encasilla en ese género literario, que por otra parte no tiene nada de malo, pero al que obviamente no pertenece). Pues bien, la sorpresa fue al leer el título de ese primer relato del que hablo: "Entre tibio y Tombuctú", (aquí debo hacer un inciso, y es que la traducción del título no es fiel al del original "Between Timid and Timbuktu", que por tanto debería ser "Entre tímido y Tombuctú").
...la primera norma de cualquier curso de escritura creativa, que a mí se me antoja excelente, es: Escribe sobre lo que conoces.
Sí, ese título me sonaba, así que decidí investigar hasta que di de nuevo con él, ¿dónde? Pues "Entre tímido y Tombuctú" es como se titula también el primer capítulo de "Las sirenas de Titán", y tienen en común el tiempo: los viajes en el tiempo. En "Las sirenas de Titán", se habla de un volumen de poemas que lleva ese título, El título derivaba del hecho de que en inglés, todas las palabras entre timid (tímido) y Timbuktu (Tombuctú) en los diccionarios abreviados, se relacionan con el tiempo (time).  
Deduzco que todos los relatos de "La cartera del cretino" pertenecen a los primeros escritos de Vonnegut, sobre los años 50-60, y, este cuento en concreto reúne una serie de ingredientes que inevitablemente me ha llevado a evocar "The Twilight Zone" y "Alfred Hitchcock Presents". 

Me estoy extendiendo demasiado y no sigo el primero de los consejos del maestro, pido disculpas, perdonen mi entusiasmo: 1. Utilizar el tiempo ajeno de modo tal que el otro no sienta que lo ha malgastado.
En el segundo relato "Roma", es donde, con el pretexto de una obra de teatro algo subida de tono para la época en la que sucede la historia, Vonnegut usa su característica y fina ironía para dejar a cada uno en su sitio. Gracias a este relato he descubierto una escena desternillante protagonizada por W.C. Fields:




En "Paraíso junto al río" nada es lo que parece, y no sabría decir por qué esta narración me recordó a lo que sentí al leer algunos de los cuentos de Ernest Hemingway durante el año pasado.
El cuarto cuento es el que da título al libro "La cartera del cretino", con un final redondo y sorpresa incluida, un relato que también podría haber sido utilizado de guión en algún capítulo de las series de Alfred Hitchcock. 
"Señorita Snow, está usted despedida" tiene tantos momentos hilarantes como tristes y "París, Francia" es sin duda el mejor de todos, donde tres parejas de distintas generaciones se conocen en un tren de camino a París con giros imprevisibles y un final con moraleja.  
-Yo nunca había visto una ciudad -dijo Rachel- que permitiera a nadie ser tantas cosas con tanta facilidad. Debería haber una gran señal en todas las estaciones de París que dijese, en todos los idiomas, Esto es un sueño. Adelante, actúa como el idiota que eres y a ver qué pasa

Después de estos seis relatos llega el ensayo "El último de Tasmania" escrito en 1992, donde encontramos a un Vonnegut que ya conocimos en 2005 con "Un hombre sin patria", duro y crítico no deja indiferente a nadie ante tanta injusticia del pasado y del presente. Si en "Un hombre sin patria" leímos cosas como esta: Por si no lo habían notado, ahora somos casi tan temidos y odiados en todo el mundo como lo fueron los nazis. Y con motivo. Por si no lo habían notado, nuestros líderes no electos han deshumanizado a millones y millones de seres humanos meramente a causa de su religión y de su raza.
En "El último de Tasmania", como en "Un hombre sin patria", carga contra los mandatarios, la  TV., carga contra el despiadado Cristóbal Colón, que lejos de ser un héroe, era un hombre de una codicia y una crueldad rayanas en la demencia.  
La verdad es que somos incorregibles, los animales más asquerosos que pueda haber, como testifica la historia, y no hay nada que hacerle.

Y ya, para terminar, un cuento inacabado: "La ciudad robot y el señor Caslow", que nos lleva a conocer una sociedad distópica con personajes muy bien definidos, pero cuando estás en la parte más interesante se corta la historia, sí, así, en mitad de una frase y


(Kurt Vonnegut, además de ser autor de "Matadero cinco", lo es de novelas tan brutales como "Barbazul", "La pianola" o "Cuna de gato", todas ellas publicadas en castellano por Anagrama y que por alguna extraña razón no se reeditan, a excepción de "Matadero cinco", por supuesto. 
De "Cuna de gato" y "Desayuno de campeones" se pueden encontrar -eso sí a un precio desorbitado- nuevas ediciones a cargo de "La Bestia Equilátera", y, a un precio más razonable, las versiones digitales)

Quiero agradecer a Malpaso ediciones y, en especial a Eva Muñoz, que me brindaran la posibilidad de participar en toda esta locura Vonnegutiana, y, ya de paso, les deseo mucha suerte, mucho éxito, lo merecen.

¿Qué les pasa con Boz Scaggs a nuestros traductores?

¿Alguien se imagina leer en una novela o escuchar en una serie de televisión a un personaje diciendo ”Por los altavoces del techo se oía la última canción de los Tom Jones” o ”Algo estamos haciendo mal cuando nuestro hijo no sabe quiénes son los Tom Jones”?

Pues no imaginen, pasen y lean. 

 

Pongo a Tom Jones como ejemplo por que es un cantante muy conocido y además porque su apellido termina con la letra s, como el apellido de Boz Scaggs, nombre artístico de William Royce Scaggs, un cantante americano no tan conocido como Tom Jones pero que tampoco es un artista anónimo, y sí, al igual que Tom Jones no estamos ante un grupo musical, sino ante un artista en solitario.
Algo ocurre con nuestros traductores. En los 80, cuando no se podía acceder a la información con la rapidez de la que disponemos ahora gracias a Internet, se podía entender -aunque tampoco es excusa- que se cayera en cierto tipo de errores, pero por favor, si uno lee la versión original y la traducción del ejemplo que traigo aquí no se puede comprender por qué llegan a la conclusión de que Boz Scaggs es un grupo, y digo yo que si hay dudas o no se conoce al artista o grupo en cuestión, antes de tirar adelante esa traducción lo suyo sería recabar información, ¿o no?:

Yo bebía silenciosamente mi cerveza. Por los altavoces del techo se oía la última canción de los Boz Scaggs. La gramola había pasado a la historia. (La caza del carnero salvaje - Haruki Murakami) (1992 edición de Anagrama)

I drank my beer. The ceiling speakers were playing the latest Boz Scaggs hit. There wasn't a jukebox in sight. (A wild sheep chase - Haruki Murakami) (1989)

Pero no acaba ahí la cosa. No deja de ser curioso que hayamos sufrido dos veces ese mismo error con Boz Scaggs (estoy convencido que aún son más, pero ahora no tengo ganas de seguir investigando). El primero fue en "La caza del carnero salvaje", y el segundo -que yo haya cazado- lo encontré ayer mientras disfrutaba de Breaking Bad. Disfruté hasta que ese torpe error me hizo bajar de la nube. En el capítulo 4 de la segunda temporada, Walter y su hijo hablan de bandas de Rock. Walter cree que está al día y menciona a los Steely Dan y a Boz Scaggs. El diálogo es magnífico, como casi todos los que ofrece la serie, e iba más o menos así:

- Boz Scaggs, aquí tienes otro.
- ¿Boz Scaggs?

- Nuestro hijo no sabe quiénes son los Boz Scaggs. Hemos fallado como padres.

- Estoy pensando que yo tampoco sé quiénes son los Boz Scaggs.



- Boz Scaggs. There's another one.
- Boz Scaggs.

- Our son doesn't know
who Boz Scaggs is. We have failed as parents.


- Come to think of it...I barely know who Boz Scaggs is.
- Stop it.


Ante lo cual no puedo hacer otra cosa que relajarme con una de las canciones que más me gusta de este señor y esperar que algún día los traductores se documenten bien si no quieren seguir quedando como auténticos paletos. Y es que errores de este tipo son más habituales de lo que uno se puede llegar a imaginar, y no sólo entorpecen la lectura, sino que además puede llevar a los lectores a desconfiar de los datos que ofrecen las novelas sobre personajes, escritores o artistas de la vida real de los cuales uno no tiene otra referencia que lo que está leyendo. Si recomendamos leer, si creemos que es tan vital para nuestros hijos, debemos corregir esos errores y comunicarlos cuando los encontremos o habremos fallado como padres y lectores.



De Nombre Falso, Ricardo Piglia


Se me ocurre que nunca vas a entender que tenés que separar la literatura de la guita. Imaginarse que la literatura es una especialidad, una profesión me parece inexacto. Todos son escritores. El escritor no existe, todo el mundo es escritor, todo el mundo sabe escribir. Cuando se escribe una carta (ésta, cualquiera), también eso es literatura. Diría aún más: cuando se conversa, cuando uno narra una anécdota, se hace literatura, siempre es la misma cosa. Hay personas que jamás han escrito en la vida y de golpe escriben una obra maestra. Los otros son profesionales, escriben un libro por año y publican porquerías para vivir de eso (si pueden): como si fuera justo que les pagaran por escribir sus suciedades.

Me gusta recordar las cosas a mi manera, no necesariamente como sucedieron



Ed: Do you own a video camera?

Renee Madison: No. Fred hates them.

Fred Madison: I like to remember things my own way.

Ed: What do you mean by that?

Fred Madison: How I remembered them. Not necessarily the way they happened.




El título de esta entrada puede llevar a pensar que de nuevo voy a hablar de "Carretera Perdida", pero no, sólo he querido usar la famosa frase de Fred Madison en respuesta a los detectives Al y Ed cuando le preguntan si tiene una cámara de vídeo, una respuesta que me parece perfecta para este post: “me gusta recordar las cosas a mi manera, no necesariamente como sucedieron”.
Y es que hoy me he despertado con Borges y luego, más tarde, en el tren leyendo a Vila-Matas, ha vuelto a aparecer. En los dos casos están presentes los recuerdos, nuestra memoria, cómo recordamos. Así que corto y pego ambas apariciones a continuación, aunque, eso sí, no necesariamente como sucedieron. 

El pasado es siempre un conjunto de recuerdos, de recuerdos muy precarios, porque nunca son verdaderos. Acerca de esto le oí decir algo muy bello y conmovedor a Borges. Se lo oí decir en una conferencia secreta que él dio en Zékian, una librería clandestina que se hallaba en la segunda planta de una casa de la rue Littré.
 [...]
Fui a Zékian sin futuro y salí sin pasado.
Escuché a Borges decir que recordaba que una tarde su padre le había dicho algo muy triste sobre la memoria, le había dicho: «Pensé que podría recordar mi niñez cuando por primera vez llegué a Buenos Aires, pero ahora sé que no puedo, porque creo que si recuerdo algo, por ejemplo, si hoy recuerdo algo de esta mañana, obtengo una imagen de lo que vi esta mañana. Pero si esta noche recuerdo algo de esta mañana, lo que entonces recuerdo no es la primera imagen, sino la primera imagen de la memoria. Así que cada vez que recuerdo algo, no lo estoy recordando realmente, sino que estoy recordando la última vez que lo recordé, estoy recordando un último recuerdo. Así que en realidad no tengo en absoluto recuerdos ni imágenes sobre mi niñez, sobre mi juventud.» 
Después de evocar estas palabras de su padre, Borges se calló durante unos segundos que me parecieron eternos, y luego añadió: «Intento no pensar en cosas pasadas porque si lo hago, sé que lo estoy haciendo sobre recuerdos, no sobre las primeras imágenes. Y eso me pone triste. Me entristece pensar que no tengamos recuerdos verdaderos de nuestra juventud.»

Enrique Vila-Matas “París no se acaba nunca”

Nosotros estamos hechos, en buena parte, de nuestra memoria, Esa memoria está hecha, en buena parte, de olvido. (J.L. Borges)


Descubriendo a Vivian Fu

Su rostro evidencia que ha sufrido un accidente. Ha perdido los incisivos superiores. Los dos ojos están amoratados pero es el izquierdo el que prácticamente no puede abrir. Gasas ensangrentadas taponan sus fosas nasales. La cara está hinchada, la parte izquierda es la que se ha llevado la peor parte, tiene rozaduras desde la frente hasta la parte inferior del labio. Necesitará un año de curaciones y cirugía reconstructiva facial hasta que logre recuperar su dulce aspecto de siempre.
En 2009, dos días antes de que cumpliera los diecinueve años, un BMW deportivo la atropelló cuando iba a cruzar una calle en la playa de Venice. No dice de qué color era el coche, yo digo que era rojo.
Cuatro años después de aquel fatídico accidente se lamenta de no haber documentado el proceso desde que ingresó en el hospital hasta su completa recuperación. Sólo ha colgado en su blog dos fotografías una de cuando la ingresaron y otra justo después de la intervención quirúrgica, y asegura que nunca antes se había sentido tan nerviosa en su vida publicando un autorretrato.
Me fascina su rostro, no el del accidente, no. El de antes y el de después de 2009. Es una mezcla entre infantil y el de mujer fatal, y creo que precisamente esa ambigüedad es lo que me atrae tanto de ella. De ella y de él, de Tim.

Tim, igual que Vivian, también tiene un aspecto ambiguo; por un lado podrías verle como un chico tímido, retraído, con sus gafas de pasta y un gran parecido a Erlend Øye de Kings of Convenience (aunque a diferencia de Erlend, Tim lleva el pelo largo y una barba bastante poblada), pero por otro lado, parece un tipo algo duro, un músico de rock o un actor, no sé, me viene a la mente Gary Oldman, por ejemplo.


Vivian y Tim lucen tatuajes, algunos un poco naíf, como si se lo tomaran a broma; un plátano y una manzana, un corazón o una flor son algunos de ellos, parecen dibujados por un niño de primaria. Tim es el que más partes de su cuerpo lleva tatuadas, aunque los tatuajes del pecho son bastante recientes, de finales de 2012.
Tim no sé a qué se dedica. En los retratos, que también son obra de Vivian, le vemos tumbado en la cama (en algunas desnudo, en otras practicando sexo oral a Vivian) también lo podemos ver desnudo nadando en una piscina, metido en la ducha o cocinando, o sobre una tabla de skateboard, pero ninguna me ayuda a deducir cuál puede ser su profesión. Tal vez escritor. Vivian Fu es fotógrafa y vive en San Francisco, fue educada en Santa Cruz y se crió en los suburbios del Valle de San Fernando. Hasta ahora mismo, esta mañana, no sabía nada de ellos, los estoy conociendo justo ahora visitando el Tumblr de Vivian Fu.
Sin duda seguiré de cerca su obra. No sólo me he fijado en sus autorretratos (muchos de ellos muestran con absoluta normalidad el día a día en sus vidas), o en los retratos de personas paseando por la calle, o de amigas en el baño, o desnudos, o paisajes... no, también me ha interesado su actitud ante la vida, hay en esta pareja algo que me transmite sinceridad, autenticidad. No me preguntes por qué, hay algo aquí que creo que merece ser narrado, compartido, y todo desde el punto de vista de Vivian Fu, por supuesto.



Más fotografías en su cuenta de Flickr

Yo fotografío mi vida privada, así que en ese sentido mi vida privada influye en mi fotografía, pero mi fotografía no interfiere con mi vida privada, porque puedo elegir no fotografiar ciertos momentos.

Puedes leer la entrevista a Vivian Fu en Redox Magazine.
Actualización a 5 de agosto de 2013, ayer Vivian Fu estrenó pagina web Vivianfu.com

Mortal y Rosa, de Francisco Umbral

Una lección aprendida.
No volverá a ocurrir.
Jamás obviaré de nuevo a un escritor por prejuicios.
Aunque a Umbral más que evitarlo lo ignoré. No me acerqué nunca a su obra, no me interesé por sus artículos, su poesía ni sus novelas. Grave error.
Pero por suerte, gracias a Sergio y a su magnífica y entusiasta reseña, nos animamos unos cuantos y se organizó una lectura conjunta de "Mortal y Rosa". Desde entonces no he dejado de agradecer a todo el café literario y, sobre todo a Sergio, que me dieran a conocer esta monumental obra poética. Digo obra poética, pero además de poesía en prosa, se podría considerar ensayo y diario personal. "Mortal y Rosa" es eso y mucho más. Es una bofetada y una caricia, es un grito y una nana, es, en definitiva y sin exagerar, lo más bello que leído en mi vida.
Dejemos a un lado que un servidor pueda leer con otra mirada a estas alturas de su vida este libro. Porque sí, puede ser muy fácil caer en la trampa, dejarse llevar por los sentimientos, mostrar empatía hacia un padre que se desnuda y deja al descubierto todo lo que necesita vomitar tras la muerte de su hijo, un niño de seis años, de leucemia. Para cualquier padre sería, como digo, muy fácil sentir compasión, pero para un padre primerizo al que todo le da miedo o que camina a tientas aprendiendo día a día, procurando que todo sea perfecto, que tiene los sentimientos a flor de piel, no sólo sería normal que juzgara de distinta forma que en otra situación este tipo de lecturas, sino que además sería recomendable ni acercarse a ellas. Pero estamos ante una lectura, que si bien es cierto que en más de una ocasión eriza la piel y te puede hacer saltar lágrimas, no cae en sentimentalismo barato, todo lo contrario. Primero debo decir que la prosa de Umbral es de las mejores que he leído, y tengo serias dudas de que jamás vuelva a leer nada igual; me atrapó, no por el tema principal, sino por cómo cuenta cualquier anécdota: ver a una mujer paseando, cómo él come castañas, qué opinión tiene sobre la sociedad, políticos etc. o la compra de una mecedora (aunque parezca mentira, la parte de la mecedora es una de las más bonitas de "Mortal y Rosa").
Pero además habla de filosofía, de literatura universal, de cómo le gustaría ser recordado como escritor (créanme que de forma muy humilde).
Y es que aquí, en realidad, habla para él, es su diario personal, un lugar en el que puede mantener un diálogo con su hijo, en un libro del que dice que no se cierra, sino que queda eternamente abierto.
Es el libro que más he subrayado de todos los que he leído. Podría comenzar a transcribir aquí, en esta entrada, frases y párrafos enteros, decenas de ellos, y no haría justicia a todo lo que he hallado en su conjunto, pero sí puedo asegurar que todas las frases y párrafos que he compartido de "Mortal y Rosa" en las redes sociales, Facebook y Twitter, son las que más likes y comentarios han recibido de entre todos los libros que voy comentando mientras los leo.
No soy ningún experto literario, sólo un lector al que de vez en cuando le gusta compartir sus sensaciones. Quizá sonará estúpido, pero así, en caliente, al terminar de leer "Mortal y Rosa", he escrito esto en Goodreads:

Señor Umbral, llego tarde a sus escritos, esto es lo primero que leo de usted, y me parece de lo más curioso que en este libro expresara su deseo de que en un futuro alguien le leyese y le llevara a decir: "No estaba mal este señor. Era interesante lo que decía. Debió dejar poca obra. Lástima".
Creo que no ha sido poca la obra que nos ha dejado, pero ya le digo que llego tarde a usted, y sí, me ha parecido muy interesante, tan interesante que pienso que aunque sólo hubiese escrito "Mortal y Rosa" habría usted merecido el premio Nobel de literatura.

 Dejo aquí un par de párrafos, si esto no es una maravilla ¿qué lo será?

El mundo reposa en la explotación y se desplaza por la guerra. El mundo descansa en el explotado o avanza sobre cadáveres. Puedes elegir entre la esclavitud y la muerte. O ni siquiera eso. Eligen por ti. El hombre sólo ha sabido erigir escaleras de peldaños humanos. Todo se hace a costa de alguien. Enseñar Historia o grandes monumentos es enseñar crímenes. Vivimos sobre el terreno pantanoso de los explotados, pisamos las arenas movedizas de inmensas extensiones de sufrientes. Landas de sangre iluminan nuestro paisaje.

La primera niñez, la época que perdemos de nuestra vida, de la que nunca sabemos nada, sólo se recupera con el hijo, con él vuelve a vivirse. Gracias al hijo podemos asistir a nuestra propia infancia, a nuestro propio nacimiento y yo miraba aquellos ojos cerrados, aquel llanto rosáceo, y me veía a mí mismo, por fin, en el revés del tiempo. El niño, su debilísimo denuedo, su crueldad rosa, su fe total en la vida, sin pasado ni futuro, presente completo, y cómo se ha ido abriendo paso a través del idioma, cómo ha ido abriendo frondas, tomando palabras, y llega ya hasta mí, venido de la manigua que nos separaba, del bosque de los nombres y las letras, y está ya de este lado, habitante del alfabeto.

 (Mortal y Rosa - Francisco Umbral)

Los Consejos, de Roberto Bolaño & A.G. Porta

Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce seguido de Diario de bar, de Roberto Bolaño & A.G. Porta (1984).

 "Hubo una época, pobre de mí, en que creí que la literatura arrastraría gente, como el rock"


Sólo por el cuento "Diario de Bar" que, a modo de bonus track en un disco, viene justo al final, cuando termina la novela, ya merece la pena poseer este libro. Mi edición es de bolsillo, la primera, que data de octubre de 2008, y aunque no es la edición "bonita" (y eso que la tuve en las manos pero en el último momento la dejé para otro día..), la que vemos en la cubierta a Joyce, Bolaño, Porta y Morrison, una señal de Stop y otra de dirección obligatoria con una pizzería al fondo, ya forma parte de mi preciada pero todavía pequeña colección Bolañiana.
Hay una edición de coleccionista, debe ser la primera de 1984, que en el portal de compraventa de artículos Todocolección se vende a tan sólo 1.200 euros, pero sinceramente prefiero la cubierta del mío, no lo digo por el precio, mi ejemplar es más sobrio y además viene seguido de "Diario de Bar".


        



El relato, "Diario de Bar", igual que la novela "Los Consejos", también está escrito a cuatro manos (que digo yo que deberíamos decir a dos manos, a no ser que ambos escritores sean ambidextros no logro comprender por qué se suele decir a cuatro manos cuando una obra la llevan a cabo dos escritores y se supone que cada uno escribe con una sola mano... pero en fin, eso es harina de otro costal), y quizá me ha gustado tanto por que me recuerda a Julio Cortázar. Sí, creo que es eso, que hay algo en él que me lleva de nuevo a "Continuidad de los parques" o "La noche boca arriba", dos de mis relatos favoritos de Cortázar.

Y qué decir de "Los consejos", pues que se trata de una buena novela, de eso no cabe duda, pero un servidor debe admitir que la ha leído con mucho cariño, con gran entusiasmo.
Fue el debut literario de Roberto Bolaño y A.G. Porta, pero en él ya vemos muchos de los rasgos característicos que hemos encontrado en la obra de Bolaño, a Porta no lo había leído antes y eso que tengo en mi mesita de noche "Singapur" a la que no tardaré en darle caza, así que de él poco o nada puedo comentar.

Ha sido inevitable recrear en mi mente escenarios de viejas películas de delincuentes de finales de los años setenta, esa corriente también denominada cine quinqui, mientras iba leyendo esta historia de amor y fuga. La banda sonora por supuesto era de Los Chichos, y el tema principal no podía ser otro que "Mujer cruel".

Pero no voy a centrarme en la trama, ni en la delincuencia, ni en las escenas de sexo que en ella aparecen, ni tan siquiera voy a dar los nombres de los protagonistas ni sus motivos para hacer lo que hacen. Tampoco intentaré contar a qué viene lo de Joyce y Morrison en esta historia. Sólo diré que, como siempre, nada es lo que parece, y que en mi opinión todo es... pues eso, una fuga; una fuga real o falsa, una fuga mental de un escritor encerrado en su habitación (el propio Bolaño o Porta), y lo que en realidad vamos conociendo es cómo construye y avanza en su primera novela.

Bolaño 1, otro post sin la reseña prometida

Si lo prometido es deuda y además está por escrito, no hay excusas que valgan. Manida introducción.
No menuda, que también, sino manida/o: sobado, dicho de un asunto o de un tema: Muy trillado. 
¡Ay amigos!, que uno tiene ya una edad y más responsabilidades y menos tiempo y más ganas. 
Leo mucho, eso sí, demasiadas lecturas en paralelo, unos 14 libros. Me pasa con la lectura casi como con la comida: no sé decir no, ni quiero. Así que cuando se dispara una lectura conjunta interesante -todas lo son- me apunto aun sabiendo que difícilmente podré seguir el ritmo de los demás (casi siempre porque tengo la mesita de noche llena a rebosar de muchos libros que quiero leer antes de morir y de los que leo alguna página antes de dormir). 
No sé por qué cuento todo esto, tal vez sea una excusa por llegar tarde con esta entrada, tal vez por ir a destiempo en todo, tal vez porque simplemente me dejo llevar y no quiero borrar lo escrito, o, lo más probable, porque me doy cuenta, cada vez más, de lo efímero que es todo, de cómo una fotografía te puede hacer recordar aquello que ya te enseñó la vida, una lección ya aprendida pero que el paso del tiempo -entrar de nuevo en el engranaje de esta sociedad que vive con prisas- y la rutina, sobre todo la rutina, te habían obligado a olvidar. Y al final resulta que se trata de una lección tan simple...: aprovechar el momento, el tiempo, disfrutar de los tuyos y pasarte por el orto (argentinismo) los asuntos banales y demás preocupaciones absurdas, besar mucho y abrazar y decir te quiero, decírlo y sentirlo, y no esperar nada, nunca se debe esperar nada. 
He dicho.

Ahora la introducción sigue siendo manida pero tiene más sentido para lo que viene a continuación.  

El pasado sábado 1 de junio visité en el CCCB el archivo Bolaño. Un día inolvidable, no lo voy a negar. A veces me cuesta admitir mi lado mitómano, me jode aceptarlo, pero al final debo rendirme a ciertas evidencias, ahí están Auster, Murakami, Bukowski, Vonnegut, Vila-Matas, Stevie Ray Vaughan, Morrissey/Smiths, Iván Ferreiro, Cerati y El Último de la Fila (sobre todo los tres primeros discos) o David Lynch (Lost Highway en concreto) y claro está, Bolaño. Pero con Bolaño es distinto, no es mitomanía, no quiero que lo sea, yo no leo a Bolaño por el mito, lo leo porque "2666" me dio un bofetón y una buena patada en la entrepierna, pasé dos semanas con dolor de estómago, y aunque para algunos eso sea repugnante o le obligue a rechazar su lectura, a mí me ocurre justo lo contrario, así que luego vinieron (aunque no en este orden): "Amberes", "La Universidad Desconocida", "Estrella Distante", "Amuleto", la MONUMENTAL "Los Detectives Salvajes", "Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce seguido de Diario de Bar", "Una Novelita Lumpen", "Entre paréntesis".... ahora estoy con "Los Sinsabores del verdadero Policía" y, por si fuera poco, por su culpa, leí y leo, porque la poesía no se deja de leer jamás, a Nicanor Parra, Enrique Lihn, y Mario Santiago (Ulises Lima).

Comprendo la opinión de más de uno sobre la obra de Bolaño, sobre el éxito obtenido tras su muerte, tal vez yo tendría la misma si no me hubiese atrapado su literatura, pero incluso los mayores detractores deberán admitir después de visitar el archivo Bolaño, que no se trata de una casualidad o un golpe de suerte o simplemente de mitomanía: Roberto Bolaño era (sigue siendo) un escritor en mayúsculas; sus notas, su trabajo previo a la novela definitiva que entregaba a la editorial son un ejemplo claro y lo pude ver con mis propios ojos, todos los que han visitado la exposición lo han podido comprobar. Hemos visto de su puño y letra sus notas en sus libretas, casi me sentí un intruso, un cotilla observando sus cuadernos (años y años escribiendo sin cesar... me hizo sonreír una nota en concreto que pertenece a "Los Detectives Salvajes" donde lo primero que podemos leer es: Arturo Belano: Yo), su biblioteca personal, sus gafas. Pero no fue eso lo que me emocionó, que quizá un poco sí, pero no, lo que de verdad me afectó, lo que hizo que tuviera que contener mis lágrimas (casi me echo a llorar, no miento, y si en ese momento no hubiese estado solo y ese alguien me hubiese dirigido la palabra o preguntado algo, habría flaqueado y estallado en un llanto enigmático para esa persona), fue una fotografía. Una simple fotografía. Un retrato familiar de Bolaño en París donde le podemos ver con su sonrisa habitual mientras sostiene a uno de sus hijos en brazos, en una mochila, a un año de su muerte. 
Tal vez mi reciente paternidad tenga mucho que ver con esa repentina emoción tan profunda, tal vez sea la lección aprendida de la que hablaba antes, quizá sólo soy un maldito mitómano.



(La reseña prometida, la de "Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce seguido de Diario de Bar", la verás en "Bolaño 2, la reseña prometida")


A los que quieran conocer a fondo a Roberto Bolaño les recomiendo acercarse a este blog:






Leyendo se aprende a dudar y a recordar

Hoy he tenido un sueño extraño, una suculenta pesadilla (me he hartado de comer tortitas y hot dogs con mucho ketchup, patatas fritas y todo ello aderezado con grandes vasos de Coca~cola). Ha resultado una magnífica obra de ciencia ficción en la que también aparecían agentes de negro y un par de matones de metro cincuenta muy musculados con el pelo engominado y que iban vestidos con camiseta imperio, shorts ochenteros de color naranja -los zapatos no los he llegado a ver porque me han inmovilizado y me estaban dando de hostias. Yo también les he dado bastante pero me he despertado antes de terminar la reyerta o tal vez he perdido el conocimiento en ella, no lo sé, y me he quedado con ganas de saber qué sucedía después- sin duda esta trama la ha generado mi mente, y ya se sabe que en el duermevela o en nuestros sueños somos excepcionalmente brillantes y muchas veces logramos hallar la solución final, el secreto universal, aunque también siempre, eso sí, lo olvidamos todo a las pocas horas, minutos diría yo, y toda nuestra genialidad pasa a ser un montón de recuerdos desordenados de lo que podría haber sido un bonito relato.
En un principio he pensado que todo era por culpa la novela que voy a leer a partir de hoy, "Embassytown" (La ciudad embajada) de China Miéville, un autor de ciencia ficción del que ya leí "La ciudad y la ciudad", de la que me gustó mucho el escenario pero muy poco lo que ocurría en él. Aun y así le doy una segunda oportunidad, todos la merecemos.
Pensándolo bien quizá he mezclado situaciones Bolañianas en el asunto. El escritor chileno de Blanes había leído bastante ciencia ficción y puede que sí, que haya contribuido en mi sueño estar leyendo "Los sinsabores del verdadero policía" y que a él, a Bolaño, parte de esas lecturas le influyeran en su día y de alguna forma estén presentes en su obra. Pero también estoy leyendo poemas de Alejandra Pizarnik y de Nicanor Parra, y también el extenso prólogo de Enrique Vila-Matas de "En un lugar solitario" y... bueno, pues nada, que al final sólo he podido anotar algunos recuerdos en tuits cuando me he levantado, y después he retuiteado uno de que curiosamente ha colgado el administrador de su cuenta tres horas después de los míos y que viene muy bien aquí y ahora:

Acabo de regresar de una ciudad que no existe, una del futuro. He despertado mientras me deshacía de un par de matones en unos wc's de lujo.
Yo era una especie de agente y sospecho que me han traicionado mis jefes. Mi sordera me incapacita en mi trabajo. Tengo mucha información...
Estoy relatando mi pesadilla y, créanme, aún no he comenzado a leer

Es asombroso que cada mañana nos despertemos cuerdos después de haber pasado por esa zona de sombras, por esos laberintos de sueños. (Jorge Luis Borges)

¿Y qué fue lo que aprendieron los alumnos de Amalfitano? Aprendieron a recitar en voz alta. Memorizaron los dos o tres poemas que más amaban para recordarlos y recitarlos en los momentos oportunos: funerales, bodas, soledades. Comprendieron que un libro era un laberinto y un desierto. Que lo más importante del mundo era leer y viajar, tal vez la misma cosa, sin detenerse nunca. Que al cabo de las lecturas los escritores salían del alma de las piedras, que era donde vivían después de muertos, y se instalaban en el alma de los lectores como en una prisión mullida, pero que después esa prisión se ensanchaba o explotaba. Que todo sistema de escritura es una traición. Que la poesía verdadera vive entre el abismo y la desdicha y que cerca de su casa pasa el camino real de los actos gratuitos, de la elegancia de los ojos y de la suerte de Marcabrú. Que la principal enseñanza de la literatura era la valentía, una valentía rara, como un pozo de piedra en medio de un paisaje lacustre, una valentía semejante a un torbellino y a un espejo. Que no era más cómodo leer que escribir. Que leyendo se aprendía a dudar y a recordar. Que la memoria era el amor.

(Los sinsabores del verdadero policía - Roberto Bolaño)

Reseñar o no reseñar

Quería limitar mis entradas sobre libros, pero otra vez estoy por aquí y en lugar de hablar de otra cosa me empeño en reseñar de nuevo. Por más que intente que éste no sea un blog literario me veo empujado a contradecirme constantemente. Yo quiero miscelania, lo juro por Bokonon, además de música, cine y libros, quiero que aparezcan mis sensaciones, impresiones, pajas mentales u otros menesteres que me hacen vibrar. Pero qué le vamos a hacer si son los libros los que toman la iniciativa y ocupan un lugar más que destacado en mí. A decir verdad hay muchas otras cosas que me hacen sonreír y que me enternecen, pero no voy a hablar aquí largo y tendido (no aún) sobre mi hija, por ejemplo. De mi vida puedo mencionar lugares que visito, música que me invade el corazón como lo han hecho Rokia Traoré o Sixto Rodríguez en los últimos meses, de arte en general, alguna queja en particular, de mi experiencia frente al cáncer, de algunas fotos que tomo, puedo compartir algún escrito e incluso atreverme a algo más, pero llevo ya muchas entradas en las que sólo reseño libros. Y, ojo, que también disfruto con ello. Pero yo sólo soy un simple lector, uno de los que lee mucho, eso sí, pero nada más que un aficionado a la lectura que dispone de tiempo para zamparse entre sesenta y setenta libros al año, y ahí entra de todo: poesía, cómic, novela, ensayo, pero no por eso voy a ir de entendido en literatura, mis reseñas son no-reseñas, éste no es un blog literario, aquí manda la insensatez.
En fin, parece que al final no voy a reseñar y voy a conseguir una entrada únicamente de sensaciones o miscelania, y es que a veces es mejor no hablar, sino actuar.
Voy a mantener esta entrada así y prometo para la próxima una reseña de "Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce seguido de Diario de Bar" de Roberto Bolaño & A.G. Porta, que me ha parecido una maravilla. Así, de paso, comentaré también en el mismo post qué tal me ha ido la visita que tengo intención de hacer mañana a la exposición sobre Roberto Bolaño en CCCB: ARCHIVO BOLAÑO. 1977- 2003


En la frontera, de Cormac McCarthy

De nuevo Cormac McCarthy por aquí, y supongo que serán muchas más las veces que aparecerá en el blog a juzgar por cómo me deja el cuerpo después de leer algo suyo; una sensación que perdura incluso con el paso del tiempo. Y es que el recuerdo de las novelas de McCarthy te persigue, te impregna y difícilmente te abandona, es como cuando rememoras momentos de tu vida al percibir ciertos olores o escuchas ciertas canciones.
"En la frontera" hay de nuevo rasgos comunes y el sello inconfundible de McCarthy: desolación y movimiento o, si lo preferís, error y errar (errar de andar vagando de una parte a otra) o, simplemente, búsqueda.
No voy a contar nada de la trama que, aunque buena y entretenida, es una mera excusa para exponer el diálogo interior de alguien, se supone que del propio McCarthy, sobre la culpa y la expiación... De nuevo Dios vuelve a estar presente aquí y es, a través de distintos personajes que va encontrando el protagonista en el camino, que se hilvana un debate sobre el bien y el mal, si merece la pena tener fe o no. El marco para que esto suceda no podría ser más acertado, todavía ahora me revuelve el estómago pensar en sucesos acaecidos en algunas partes de México que descubrí buscando en Internet fotos de los pueblos que aparecen en "En la frontera"; sucesos que nada tienen que ver con la novela, pero que de alguna forma estarán unidos a ella para siempre en mi memoria, algo parecido me ocurre con "2666" de Roberto Bolaño.
En mi opinión esta es una novela cíclica donde el orden sería: errar, sentimiento de culpa, tratar de enmendar y vuelta a empezar en una magistral parte final (final del libro que no de la historia).
Estamos ante una novela que uno puede leer sin problema, sin comerse la cabeza siguiendo la trama, o, leer entre líneas y descubrir lo que realmente nos quiere contar Cormac McCarthy. Las dos opciones son válidas pero yo opté por la segunda. Si se llevara al cine, como ya se ha hecho con algunas de sus obras, se perdería el diálogo interior del que hablo más arriba, pero estaríamos igualmente ante un argumento muy potente, aunque es innegable que cada página está repleta de sentencias que, al menos a mí, me han obligado a parar la lectura y reflexionar. He tardado en leer "En la frontera" mucho más de lo habitual, pero no me arrepiento en absoluto. He disfrutado con todas las pistas que va dejando caer, con las insinuaciones, con lo que no acaba de dejar claro pero sin embargo está ahí y, ya sea o no intención del autor que deduzcamos algo equivocado o acertado, de nuevo McCarthy se nos presenta como un experto creador de escenas de las que se puede conjeturar largo y tendido hasta llegar a varias conclusiones distintas.
"En la frontera" es un canto a la naturaleza, el grito apagado de la resignación, un intento por abolir los abusos, y, ante todo, pura filosofía.

Esta ha sido otra lectura conjunta, aunque yo me he quedado rezagado. Siempre os he tenido en mente, y es que cualquier lectura del "maldito" va intrínsecamente unida para siempre jamás a los amigos del café literario.
"En la frontera" es la segunda entrega de la Trilogía de la frontera formada por "Todos los hermosos caballos", "En la frontera" y "Ciudades de la llanura".
Ya, para terminar, no puedo evitar compartir algunas de las frases que he ido subrayando y que espero os parezcan tan impresionantes como a mí:

Los que no pueden recordar la sangre de la guerra son siempre los más ardientes para la lucha.

Le dijo al chico que aunque fuera huérfano debía dejar de vagar y buscarse un lugar en el mundo, porque errar de aquella manera podía convertirse para él en una pasión y que dicha pasión lo extrañaría de los hombres y en última instancia de sí mismo.

Si se los separa de sus historias los objetos carecen de significado. Solo son formas. De determinado tamaño y color. De determinado peso. Cuando su significado se pierde para nosotros dejan incluso de tener nombre.

La vida es memoria y luego nada.

Todo lo que uno deja de mirar amenaza con desaparecer.

En última instancia el camino de un hombre es el camino de los demás. No hay viajes individuales, pues no hay hombres individuales que los hagan. Todos los hombres son uno y no hay otra historia que contar. 

...compartir el pan no es cosa sencilla, como tampoco lo es aceptarlo.

Yo opino que es mejor dedicarse al estudio de las cosas más pequeñas. Las grandes vendrán después. En las cosas pequeñas se puede progresar.

Si uno se queda quieto el mundo se esfuma.

...se preguntó si a lo que finalmente había llegado no sería que ya no era capaz de distinguir lo que había pasado de lo que no era más que una apariencia.

Hablaba como quien parece entender que la muerte es la condición de la existencia y la vida una emanación de aquella.

El mundo no tiene nombre, dijo. Los nombres de los cerros y las sierras y los desiertos solo existen en los mapas. Los nombramos para no extraviarnos. Y sin embargo empezamos a inventar esos nombres porque ya nos habíamos extraviado. El mundo no se pierde. Somos nosotros los que nos extraviamos.

El mentiroso debe, en primer lugar, saber la verdad.

De sus vidas precedentes habían llegado a la misma interpretación que antes que ellos sus padres. Que el movimiento es en sí mismo una forma de propiedad.