Aunque sólo sea para mantener vivo el blog ya va siendo hora de que escriba algo. Desde el cinco de diciembre del año pasado que no publico nada original (no es que presuma de que los demás textos sean interesantísimos, no, nada más lejos de la ilegalidad, sólo quiero decir que el último post era un simple corta y pega).
Pues Bien, llevo unos días dándole a esa esponja que tengo por cabeza sobre si merece la pena reseñar, recomendar e incluso regalar libros. Regalar es algo que me gusta hacer, pero recomendar me produce una tremenda inseguridad, casi preferiría no hacerlo, pero una vez lo haces... uf... para qué, para qué ofenderse si no le ha gustado nada, tú que tanto admiras la sinceridad, para qué si al fin y al cabo no lo has escrito tú, sólo fue una novela que te gustó cuando la leíste y ¿quién eres tú? (los títulos de canciones de El Último de la Fila siguen dándome un enorme placer).
Luego está el tema de reseñar en el blog. A ver, yo no soy crítico ni me pagan por ello, no escribo libros, no sé (aunque lo imagino) el esfuerzo que supone escribir una novela, así que de nuevo ¿quién eres tú? Pues un simple lector que además comparte sus gustos con quien quiera entrar aquí y leer mis entradas (algo que sigue sorprendiéndome), pero nada más. No hago reseñas. Alguien acuñó una vez el término "no-reseña" a una de mis entradas y me encantó, y creo que seguiré por ese sendero si vuelvo a hablar de libros en el blog; compartiré sensaciones, contaré anécdotas, pero nada sobre valorar como mejor o peor libro, y lo de recomendar... pues... nunca digas nunca más.
En Goodreads ya me llevo disgustos con las estrellitas de las narices, pero ese es otro tema en el cual no me apetece ni quiero profundizar.
En estos momentos en los que estoy leyendo muchos libros en paralelo (nunca sé si ese sería el término correcto o lo sería al mismo tiempo, o a la vez... qué más da) me doy cuenta de que seguramente lo que ocurre es que no he vuelto a encontrar EL LIBRO, EL NOVELÓN, esa obra que te impide pensar en abrir cualquier otra, ni siquiera una revista ni mucho menos perder el tiempo en twitter o en facebook. Hace demasiado tiempo que una novela no me absorbe de esa manera, y sí, aunque he leído maravillosos relatos, novelas estupendas, poesías que releo una y otra vez y biografías que me han estremecido, aún espero esos textos que me vuelvan a golpear, pero además que no quiera soltar aunque sean las cinco de la mañana.
¿Qué voy a reseñar o recomendar si yo mismo me siento insatisfecho?
Por eso tantos libros abiertos. Eso sí, la biografía de Miles Davis, que se lee como si estuvieras escuchando una canción pop, me conmueve, y los cuentos de Cortázar que se leen como si estuvieras escuchando jazz me fascinan, Hemingway me seduce, Nicanor Parra lo dosifico y a Pynchon... Pynchon y su Arco Iris de Gravedad lo abandono, ni siquiera voy a discutir con nadie esta decisión.
Así que ya está, ya me he quitado esa espina clavada en el costado, para que la luz del blog no se apague (mientras yo viva, claro).