1212, de Emily Dickinson

A word is dead            
When it is said,          
Some say.                   

I say it just                  
Begins to live               
That day.                     

Algunos dicen
la palabra muere
al ser dicha.

Yo digo que empieza
a vivir
ese día.
 
 (Traducción de Silvina Ocampo)





Emily Dickinson pasó gran parte de su vida recluida en una habitación de la casa de su padre en Amherst, y, excepto cinco poemas (tres de ellos publicados sin su firma y otro sin que la autora lo supiera), su ingente obra permaneció inédita y oculta hasta después de su muerte.

 Poemas de Emily Dickinson en inglés

Antología de paso, de Enrique Lihn

Gracias a Roberto Bolaño, a su ensayos y novelas, he descubierto a otros escritores, muchos de ellos poetas. Por ejemplo, su gran amigo Mario Santiago Papasquiaro, cuyo verdadero nombre era José Alfredo Zendejas Pineda (México, D. F., 25 de diciembre de 1953 - 10 de enero de 1998), fundador del movimiento infrarrealista junto a Roberto Bolaño y al que muchos conocimos en la novela "Los Detectives Salvajes" como Ulises Lima.
Me he interesado por el chileno Nicanor Parra, que para Bolaño era el mejor poeta vivo en lengua española y, también, por otro compatriota chileno, Enrique Lihn del que elogió su obra.
De éste último estoy leyendo "Antología de Paso", un pequeño poemario de 74 páginas que reúne cronológicamente los distintos formatos en que Lihn ejerció la poesía. Se revisa por completo su obra poética, incluyendo algunos poemas publicados por primera vez en esta edición y que datan de 1952.
Podemos leer en el breve pero magnífico prólogo a cargo de Roberto Merino y Matías Rivas, que en su poesía hay un modelo de fondo que le proporciona a las palabras el aliento vital: la relación entre viaje y memoria estampada en la escritura como señal equívoca de la realidad.
Nos encontramos ante un poeta sarcástico, contradictorio y con un gran sentido del humor. También leemos en el prólogo que estos poemas son una muestra irrefutable de que Lihn fue siempre en la escritura, dueño y señor del conjunto de sus propias incertidumbres, según la definición de estilo que él mismo se adjudicó.
Debo decir que los poemas que he leído hasta el momento me han llevado a episodios de mi infancia y adolescencia, a mis primeras relaciones sexuales, a sensaciones que había olvidado; he leído sentencias que haría mías: "Y habrá pasado todo ese futuro que sólo fue un instante de tiempo reunido durante nuestro encuentro, habrá pasado lo que nunca llegara a suceder, eso que, sin embargo, como un eje a sus ruedas nos reúne, fundiendo nuestros viajes paralelos..."
He leído aquello que quisimos oír cuando éramos inexpertos amantes adolescentes y que nos gusta pensar que así nos recuerdan: "¿Qué esperas para entrar? Han pasado los años pero odio todavía tu bello titubeo. No he podido olvidarte. Estoy desnuda".

De wikipedia: Enrique Lihn Carrasco falleció en Santiago de Chile el 10 de julio de 1988, víctima de cáncer. Hasta el último momento de su vida estuvo escribiendo. Su libro Diario de muerte (1989) fue publicado, por encargo suyo, por sus amigos Pedro Lastra y Adriana Valdés, quienes reunieron, transcribieron y ordenaron los poemas que dejó al morir. El título fue puesto por él mismo en el cuaderno donde los reunió.

Precisamente el poema que más me ha gustado pertenece a "Diario de muerte", uno de los últimos que escribió:

"Hay sólo dos países"

Hay sólo dos países: el de los sanos y el de 
                                                   los enfermos
por un tiempo se puede gozar de doble

                                                 nacionalidad
pero, a la larga, eso no tiene sentido
Duele separarse, poco a poco, de los sanos a

                                                             quienes
seguiremos unidos, hasta la muerte
separadamente unidos
Con los enfermos cabe una creciente

                                                   complicidad
que en nada se parece a la amistad o el amor
(esas mitologías que dan sus últimos frutos 

a unos pasos del hacha)
Empezamos a enviar y recibir mensajes de

                nuestros verdaderos conciudadanos
una palabra de aliento
un folleto sobre el cáncer.





7

El 7 es mi número favorito desde hace muchos años, tantos que ni me acuerdo. No es por una razón en concreto, solo que un día preguntaron y me salió ese número. No recuerdo quién lo preguntó, sólo sé que mi hermana dijo el 5 y yo el 7, un amigo dijo el 11.
Mi color favorito es el verde y, curiosamente, asocio el número 7 a ese color. Me consta que no soy el único que hace ese tipo de asociaciones, hay quien relaciona el 3 con el amarillo.
He curioseado en wikipedia y al número 7 le dedica un artículo nada desdeñable: http://es.wikipedia.org/wiki/Siete
Dentro de ese artículo hay una sección que lleva por título "Concurrencias del número 7 en la cultura", y, en esa sección, paradójicamente, el punto que menos me ha gustado es el 7, el que dice que según la Biblia el siete es el número perfecto, cuando todo el mundo sabe que la perfección no existe, no es nada elegante sentirse perfecto o que se consiga la perfección, prefiero la humildad, siempre deben haber obstáculos que superar, de lo contrario habría un límite. En cambio hay un punto, en dicha sección, que define muy bien mi momento actual, es el punto 14, justo el número del día que nací y el doble de 7: "Cada 7 años el ser humano experimenta cambios significativos en su desarrollo personal". No sé si coincide en el tiempo, es decir, si siete años atrás experimenté algún cambio relevante en mi vida, a no ser que ... ah, ¡claro! ¿Cómo se me ha podido pasar? Hoy se cumplen siete años desde que se puso en funcionamiento este blog.
Al principio LilVia se alojaba en Microsoft Live Spaces y muchos artículos que colgué allí los pasé más tarde a Blogger. Siempre quise que esto fuese como un diario personal, un lugar donde colgar fotos, mis escritos, alguna reseña de discos y libros... Con el tiempo parece que va tomando forma de blog literario, y eso es algo que no quisiera, así que en breve volverán mis textos sencillos, mis discos revisitados y mis opiniones sobre todo aquello que me apetezca. Eso sí, quiero agradecer a todos los que lo visitan y dejan comentarios, sois en los que pienso cuando escribo mis cosas aquí.

En todos estos años han ocurrido cosas muy buenas y otras mejores. También ha sucedido lo inevitable: la muerte de seres queridos, momentos bastante duros que por supuesto me han trastornado pero que todos debemos pasar.
También tuve mi año de cáncer, fue en 2009. Por culpa de la quimioterapia no pude leer todo lo que hubiese querido, mi aliada y enemiga al mismo tiempo; la que me curó y, gracias a la que sigo aquí, era también la que me privaba de mi capacidad de concentración. Estaba guapo en 2009, sino mira la foto:

Fin de año 2009
En fin, que estoy satisfecho con el blog, y contento con lo que recibo de él, las visitas (¡más de 72.000! y otra vez el 7, qué locura), los comentarios, los seguidores... Pero aún estoy más satisfecho con mi vida, la que me permite que escriba en él, que lea, que disfrute del momento y me haya hecho el mejor regalo que nadie pueda recibir. Sí, en abril de 2013 cumplo 40 años, pero antes, en marzo, voy a ser padre, vamos a ser padres Silvia y yo. Silvia, es la del 3 y el color amarillo, Silvia es la que estuvo a mi lado y consiguió que sintiera que el cáncer sólo eran unas vacaciones. Así que ella es una de las responsables de que todo adquiera sentido, de que siga saltando obstáculos, es la que provocará un cambio significativo en mi desarrollo personal.

Octubre 2010
 T'estimo, us estimo.


Baila, baila, baila, de Haruki Murakami

Lo primero que debo decir es que, bajo mi punto de vista, es imprescindible leer primero "La caza del carnero salvaje" (1982 y que publicó Anagrama en 1992); "Baila, baila, baila" (1988, publicado en España por primera vez en 2012 por Tusquets Editores) es su secuela y algunos personajes o los recuerdos y situaciones que evoca el narrador no se entenderían si se altera el orden de lectura o si sólo se lee ésta parte. 

Veinte años distan entre la primera y segunda parte en español, casi 25 años desde que se publicara por primera vez en su versión original..., demasiado tiempo para tratarse de una secuela, demasiado tiempo tratándose de un escritor de tanto éxito. Tiempo más que suficiente para que autor y editorial revisen y corrijan errores.

Ayer, en mi trabajo, dos chicas adolescentes que venían de visita, al ver mi ejemplar de "Baila, baila, baila" sobre el mostrador al lado del teclado del ordenador, se enfrascaron en una interesante conversación entre ellas a propósito de Haruki Murakami y su obra. Me sentí como un personaje de sus novelas, primero porque parecía que yo no estuviese presente, y segundo porque ¿qué hay más peculiar en una escena murakamiana que unas adolescentes guapas, algo Lolitas, empiecen a hablar con cierta madurez erudita sobre música y literatura delante de un joven treintañero que además conoce bien de lo que hablan?
Una de ellas parecía ser toda una experta, lo había leído prácticamente todo del escritor japonés y recomendaba, de entre todas sus novelas, "Kafka en la orilla" (que para mí es de las menos brillantes, aunque obviamente no la quise contradecir). Me gustó cuando definió las novelas de Haruki Murakami como multisensoriales; para ello aducía, entre muchas otras cosas, que mientras vas leyendo, va mencionando canciones que de alguna manera te insta a escuchar en ese preciso momento (qué suerte tienen estas muchachas de vivir y disfrutar en esta época, donde se puede recabar información en Internet sobre la novela que se está leyendo).

Pero dejemos aquí esta escena murakamiana para hacer hincapié en dos temas que en ella aparecen: música e Internet. La novela "Baila, baila, baila" se publicó en 1988 y entonces no teníamos a nuestro alcance tanta información ni manera de contrastarla como ahora. Por eso debemos perdonar a Murakami algunos anacronismos tan flagrantes como cuando Yuki, la adolescente que se hace amiga del narrador de esta historia (el mismo que protagoniza "La caza del carnero salvaje"), en marzo de 1983 pone una cinta de casete en el equipo de música del coche con canciones como "China Girl" de David Bowie o el "Say, say, say" de Paul McCartney y Michael Jackson, algo del todo imposible ya que esas canciones se realizaron en mayo y octubre de 1983 respectivamente; como mucho podía ser que pusiera la versión original de 1977 de "China girl" del disco "The Idiot" de Iggy Pop. Pero aparte de estos anacronismos he hallado defectos de continuidad en la narración, lo que en una película llamaríamos fallo de raccord, es decir, cuando un plano debe tener relación con el anterior y servir de base para el siguiente. Si por ejemplo un personaje dice que no trabaja el turno de tarde, no tiene sentido que unas páginas después salga del trabajo a las siete de la tarde, o, si otro personaje ha llegado en ascensor al piso decimoquinto, cuando quiere salir de allí vuelva a entrar al ascensor para dirigirse al decimoquinto piso de nuevo (y no me refiero a esos momentos de fantasía, de movimientos espacio-temporales del submundo al que nos tiene acostumbrados Murakami, sino a un error de continuidad y que no sé si se debe a la traducción o al escrito original); o ese cheque de trescientos mil yenes que treinta y tres páginas después se convierte en uno de treinta mil, aunque en este caso supongo que el error debemos atribuirlo a esta edición.

Dejando a un lado estos errores y algunas reiteraciones que me han aburrido hasta la saciedad (una escena de una película nos la cuenta como diez veces) o algunas frases que se repiten cada dos páginas, además de situaciones que, aunque naturales como la vida misma, chirrían con el conjunto de la obra: si en "La caza del carnero salvaje" me desagradaban los cuescos del gato del narrador o los que se tiraba un espectador en un cine, aquí me sobra que describa meadas elegantes; si además no tenemos en cuenta que esta edición tiene bastantes errores ortográficos, si perdonamos todo eso, si dejamos todos estos tropiezos a un lado, estamos ante una novela maravillosa, en perfecta armonía con "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas" (1985) (2009 Tusquets Editores). Y lo es por muchos motivos: por la parte multisensorial, por las escenas de sexo, por las preguntas que se hace el narrador y de rebote las que me hago yo como lector, por la aparición de personajes que ya conocemos de "La caza del carnero salvaje", por el misterio, la magia..., en fin, por todo lo que aporta siempre, estamos ante una "nueva" buena novela más del autor japonés donde, además de aparecer uno tras otro extraños y atractivos personajes mientras el narrador va resolviendo circunstancias también de lo más extrañas que suceden en su vida, nos empapamos de música, comida japonesa, y, sobre todo, reflexiones interiores. De entre ellas la que da título al libro y que no es un vacuo consejo por parte del Hombre Carnero: Baila, baila, baila, no dejes de bailar, mientras no cese la música. Es decir, no dejes de estar en movimiento, sólo así conseguirás responder a ciertas preguntas.

Otras reseñas de Baila, baila, baila en esta lectura conjunta gracias a PriceMinister:
Leer sin prisa 

Suttree, de Cormac McCarthy

Un par de consejos para los que quieran leer esta novela, el primero es un consejo que puede servir para cualquier novela, aunque está indicado especialmente para "Suttree": no leas la entrada en Wikipedia sobre "Suttree", la despedazan, aparecen tantos spoilers que dan ganas de torturar al que la haya escrito. Me imagino al pobre desgraciado sin vida, vestido con traje a rayas y con un reloj en la muñeca todavía dando la hora exacta en mitad de un charco de sangre; los sesos esparcidos por el escritorio donde ha redactado mucho más de lo que jamás debería haber contado sobre esta monumental historia.
El segundo consejo es que tengas cerca, mientras lees "Suttree", un diccionario, enciclopédico a poder ser. Aunque este consejo sirve para todas las obras de McCarthy donde aparezcan vegetación, peces y pájaros; para "La Carretera" se hace innecesario.

Y ahora, sin más dilación, mi reseña, mis sensaciones:
Maldito Suttree, Cornelius Suttree..., o lo que casi es lo mismo, maldito McCarthy, maldito Cormac McCarthy... Sí, lo maldigo de nuevo y caigo en sus redes por quinta vez: "La Carretera", "No Es País Para Viejos", "La Oscuridad Exterior", "Meridiano De Sangre" y ahora "Suttree", su cuarta novela, escrita durante veinte años de forma discontinua y publicada en 1979.
La última vez aseguré que tardaría en volver a él, pero soy, al igual que muchos de sus personajes, inestable y fácil de convencer. Tampoco me gusta lo inamovible, quizá por eso sí me gusta la obra de Cormac McCarthy, porque en ella, entre otras muchas características, hay una constante: el desplazamiento-trashumancia-vagabundeo o como prefieras llamar a ese ir y venir casi siempre sin un objetivo concreto, a excepción de la supervivencia o de la huida de no siempre se sabe bien qué. Aquí queda ni que pintada una frase que leí una vez de Tom Waits: no puedes dejar de estar en movimiento, ningún perro ha meado en las ruedas de un coche en marcha. Y es que los personajes de McCarthy, salvando las distancias, se mueven sin cesar por instintos básicos.
En fin, esta vez acepto que me gusta Cormac McCarthy, que ya comprendo su manera de escribir, que lo comprendo a él y que caigo rendido a sus pies, que voy a descargar su obra completa en mi pequeño cerebro con capacidad para tres megas de almacenamiento y, que si me da tiempo, la voy a leer entera.
"Suttree" me ha pillado bien, y creo sinceramente que si los mandamases de la HBO y un genio como Alan Ball quisieran -y McCarthy lo permitiera, claro está- podría salir de ahí una serie de televisión de tres a cuatro temporadas que se convertiría en un éxito sin precedentes. Aunque, eso sí, que nadie piense que tiene algo que ver con "True Blood" o "Six Feet Under". Bueno..., sí podríamos usar algunos de los escenarios de "True Blood",  pero en los años cincuenta y, tal vez, algunos rasgos de personajes de "Six Feet Under"... Nada, que estoy desvariando.
Parece ser que "Suttree" es una novela semi-autobiográfica y, algo de cierto debe haber en ello si tenemos en cuenta que McCarthy pasó su infancia en Knoxville (Tennesse), el mismo lugar donde transcurre este relato y, si nos atenemos a lo que dicen las leyendas, que es un tipo que vagabundeó durante muchos años.
Pero voy a ceñirme sólo a "Suttree" y con pocas palabras, o eso espero.
Nos enfrentamos a una novela que no tiene inicio, nudo y desenlace, por mucho que en Wikipedia la quieran vender así; es decir, "Suttree" es la vida misma. Los capítulos de una parte de la vida de Cornelius Suttree, contada de forma aleatoria y sin aportar todos los datos. No es una narración fácil, aquí no te da nada hecho. Es por eso que cada episodio, cada aventura de este moderno Tom Sawyer, lo completa el lector con sus tropiezos y conjeturas. Eso hace de "Suttree" para mí, de unas de las más hermosas y monumentales novelas que he leído de McCarthy. Contiene ambientes góticos, lugares sórdidos, escenas aberrantes, momentos hilarantes, algunos eróticos, otros muy tristes...
Otro de los alicientes para volver a leer este libro es el sinfín de incógnitas y preguntas que quedan en el aire. Lo dicho: la vida misma.

Reseña de Offuscatio y opiniones de otros compañeros en la lectura conjunta:  Yossi Barzilai; Aramys Romero; Jandri.   

¡Todo importa!, de Ron Currie

Para empezar diré que esta novela, !Todo importa! (2009), la segunda de Ron Currie, es muy fácil recomendar pero muy difícil reseñar. He disfrutado como cuando leí Stone Junction de Jim Dodge, como cuando tropecé con Kurt Vonnegut y no quise dejarlo, como disfruté con Leviatán o El Palacio de la Luna de Paul Auster. Estoy entusiasmado y creo firmemente que esta novela se convertirá en una obra de culto.  
Gabriel García Márquez dice a propósito de la escritura de Faulkner, que si uno logra desmontar una de sus páginas tiene la impresión de que le sobran resortes y tornillos y que es imposible devolverla otra vez a su estado original. Algo parecido, salvando las distancias, ocurre en ¡Todo importa!, le podemos ver los tornillos y podemos imaginarnos a medida que nos llegan datos lo que va a venir después (aunque hay giros impresionantes e inesperados y momentos en los que se estira tanto la cuerda que parece que la trama se va a torcer, que va a perder credibilidad, aunque eso, amigos, no sucede en toda la novela, créanme nada se tuerce. Pero tampoco es perfecta, no nos vayamos a engañar, como no lo es ninguna, como no lo es la vida).
Pues eso, aunque tuviéramos todos los resortes y tornillos localizados, nunca podríamos unirlos con la maestría y en el orden que Ron Currie logra hilvanar las historias y acontecimientos que les suceden a los personajes de esta magnífica novela. Porque aquí el orden, además de la trama y subtramas, importa.
No quiero introducir spoilers en esta reseña, me gustaría que quien se acercara a esta novela lo hiciera como lo hice yo, sin saber apenas nada, sólo lo básico, lo que uno se encuentra en la solapa del libro y las comparaciones a otros escritores que sugiere esta lectura.

Para continuar un breve resumen, mezcla del que encontramos en la solapa más lo que un servidor aporta:
En la primera página, un par de citas. La primera y más importante, la que mejor define esta novela, pertenece a una canción del grupo The Flaming Lips "In the morning of the Magicians": What is love and what is hate, and why does it matter? [¿Qué es amor y qué es odio, y por qué importa?].
Amor y odio y qué es lo que realmente importa, de eso trata esta novela.
Empieza con una cuenta atrás (aunque bien pensado es una cuenta hacia adelante, empezamos en el útero donde Junior Thibodeau recibe los primeros mensajes de unas misteriosas voces que le acompañaran toda su vida...)   

97 Primero, ¡disfruta de este momento! Nunca volverás a tener tan pocas responsabilidades en lo que se refiere a tu propia supervivencia...  96 Tu madre tiene otro crío, tu hermano, que cuando estaba en el útero era un tornado... 95...

El día de su nacimiento, Junior Thibodeau escucha una voz que le transmite una fatal profecía: en treinta y seis años, 168 días, 14 horas y 23 segundos (es decir, el 15 de junio del 2010 a las 3:44 p.m.)un cometa arrasará la vida en la Tierra. Sólo él lo sabe, y Junior no para de preguntarse si hay algo que realmente merezca la pena. La misteriosa voz también le confiesa secretos acerca de su familia y Amy, el amor de su vida y su compañera en los actos heroicos que podrían salvar la humanidad. 

Pero no todo es tan simple.
Aquí van a encontrar a personajes entrañables, empezando por Junior y Amy, John senior y Debbie (los padres de junior), Rodney (el hermano), una profesora que podría haber sido la primera mujer astronauta estadounidense, Sawyer (del que no quiero contar nada), un negro revolucionario al que le faltan dos piernas, un brazo y media mano (vamos a saber cómo perdió sus extremidades y nos va a dar la risa, humor negro rizando el rizo).
La narración corre a cargo de los personajes principales y cada capítulo es narrado por un de ellos, empezando por las voces que escucha Junior en su cabeza en esa cuenta atrás, siguiendo por Debbie, Rodney, John Senior, Junior, Amy... Se van alternando y algunos, en algún momento, dejan de narrar...

Vamos a viajar por Estados Unidos y por una parte de su historia reciente. Vamos a reflexionar sobre lo que de verdad importa. Vamos a luchar contra el cáncer y lo conoceremos a fondo. Vamos a ver de nuevo Melancolía (2011) y nos haremos las mismas preguntas que cuando vimos la película de Lars von Trier. Se acerca un cometa a la Tierra y vamos a morir, todo lo que conocemos va a desaparecer. Lo sabemos, así que ¿qué se le puede hacer?

 ...luchando mucho con este hilo de lana gris que tengo enredado entre mis piernas. 
Es muy pesado para andar arrastrándolo. (de Melancolía)
 
Ya que ¡Todo importa! tiene algo de ciencia ficción, corto y pego aquí un fragmento escrito por Philip K. Dick donde define qué es ciencia ficción:

En primer lugar, definiré lo que es la ciencia ficción diciendo lo que no es. No puede ser definida como "un relato, novela o drama ambientado en el futuro", desde el momento en que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el futuro pero no es ciencia ficción; se trata simplemente de aventuras, combates y guerras espaciales que se desarrollan en un futuro de tecnología avanzada. ¿Y por qué no es ciencia ficción? Lo es en apariencia. Sin embargo la aventura espacial carece de la nueva idea diferenciadora que es el ingrediente esencial. Por otra parte, también puede haber ciencia ficción ambientada en el presente: los relatos o novelas de mundos alternativos. De modo que si separamos la ciencia ficción del futuro y de la tecnología altamente avanzada, ¿a qué podemos llamar ciencia ficción? 

La Caza del Carnero Salvaje, de Haruki Murakami (segunda lectura)

En breve leeré y reseñaré Baila, baila, baila. Se trata de una novela escrita en 1988 por Haruki Murakami y que por fin ha llegado a nuestras librerías gracias a Tusquets. Es la secuela de La Caza del Carnero Salvaje (1982) que publicó Anagrama en 1992.
Ese ha sido el principal motivo por el que he vuelto a leer La Caza del Carnero Salvaje, para refrescar la memoria; aunque a decir verdad mi memoria, en lo que respecta a esta novela, estaba absolutamente formateada a excepción de una escena y una frase. También volví a ella porque se propuso su lectura conjunta con el grupo de Facebook Café Literario y en Twitter con el hastag #wildcarnero.
La escena que recordaba de mi primer contacto con esta novela es en la que hace su aparición el personaje del Hombre Carnero; algo así como el Mistery Man de Lost Highway (y pido disculpas por volver a mencionar mi película favorita, pero es que aunque intente evitarlo Lynch aparece cuando menos lo espero, y en verdad esta novela precisamente contiene muchos escenarios y pasajes que podrían aparecer sin desentonar para nada en una película de David Lynch).

Y he aquí la frase que permaneció intacta en mi memoria:

Cierto escritor ruso escribió que aunque el carácter puede cambiar, la mediocridad no tiene remedio. Los rusos, de vez en cuando, se descuelgan con frases redondas.

La primera vez que leí esta novela recuerdo que me fascinó (a pesar de que con el tiempo, como digo, no he retenido nada, o casi nada). En mi mente, eso sí, guardaba sensaciones placenteras, muy placenteras del que fue uno de mis primeros encuentros con el escritor japonés. Es curioso que recuerde incluso olores a tierra húmeda de aquellos días lluviosos mientras leía La Caza del Carnero Salvaje y en cambio hubiese olvidado la trama.

No puedo decir lo mismo en este segundo encuentro, hasta he sentido un poco de vergüenza ajena en algunos pasajes donde se menciona los pedos del gato "boquerón", los cuescos que suelta un espectador en un cine o en reflexiones tan poco afortunadas y rimbombantes como esta:

Decidí dar un salto de casi treinta años, de 1938 a 1965, y pasar al capítulo titulado «La ciudad actual». El adjetivo «actual» del libro se refería a 1970, así que de actualidad tenía ya poco. Lo verdaderamente actual era octubre de 1978. No obstante, al escribir la historia de lo que sea, parece que es indispensable rematarla con un capítulo dedicado a la «actualidad». Y aunque lo actual pierda muy pronto su actualidad, nadie podrá negar el hecho de que la actualidad siempre será actual. Si la actualidad dejara de ser actual, la historia dejaría de ser historia.

Y por lo que respecta a pedos y cuescos:

El gato, asustado, mordió al chófer en el dedo pulgar y acto seguido se tiró un pedo.

Este fragmento es el del cine al que me refería antes:

En uno de los asientos delanteros roncaba patéticamente un hombre de mediana edad; sus ronquidos recordaban el sonido de una bocina rasgando la niebla. En el rincón de la derecha había una parejita dándose un lote monumental. En las últimas filas, alguien se tiró un sonoro cuesco. Tan sonoro que detuvo por un instante los ronquidos del hombre de mediana edad. Un par de chicas, con aspecto de estudiantes de bachillerato, que iban juntas, se desternillaron de risa.
Por asociación de ideas, me acordé de Boquerón. Y al acordarme de él caí en la cuenta de que había dejado Tokio para ir a Sapporo, donde me encontraba. Dicho de otro modo, hasta que oí aquel cuesco tan sonoro, no tomé conciencia de lo lejos que estaba de Tokio.
¡Qué raro, ¿verdad?!

Pues sí, es muy raro... aunque yo también cuando oigo un cuesco tomo conciencia de lo lejos que estoy de Tokio...
La puntué en Goodreads con cinco estrellas ocho o nueve años después de mi primera lectura por el buen recuerdo (sensorial) que me había dejado. Ahora, mientras la leía por segunda vez, he tenido que hacer un esfuerzo terrible por no meterme un dedo acusador en un ojo o en mitad del cerebro para averiguar qué le pasaba a mi antiguo yo, el que tenía treinta años. Porque en esta ocasión estuve tentado de dejarla a medias, de valorarla con dos estrellas, tres si quería ser generoso. Y entonces uno se pregunta ¿cómo al final has optado por cuatro estrellas? (puntuación de cuatro a una novela japonesa, menuda ironía por otra parte). Pues porque es Murakami, y Murakami me ha dado momentos impagables. Porque mi yo de hace ocho o nueve años no podía estar tan equivocado, y porque siempre quiero llegar al final, y, es entonces, cuando debo reflexionar, valorar y opinar. En realidad sólo los fragmentos de la novela que he colgado en esta reseña son las partes que para mi gusto sobran en una historia creada por un escritor novel (muy pronto Nobel) sobre un personaje treintañero (quizá por eso me gustó tanto la primera vez) que se busca a sí mismo. Un ambiente onírico de principio a fin donde personajes sin nombre, como mucho con apodos, desfilan y se confiesan mientras van cayendo pistas. En definitiva, estamos en el universo Murakamiano donde no pueden faltar extrañas organizaciones, personajes aún más extraños, gatos, chicas con un sexto sentido, bares y jazz, bosques y pozos, sexo...
En general y, sobre todo la parte final, Murakami ha conseguido que me vuelva a reconciliar con mi antiguo yo; comprender por qué me gustó tanto la primera vez y por qué he sido un poco más crítico esta segunda. Sólo por eso, por lograr que viaje en el tiempo y me vea de nuevo en "aquella" situación, merece cuatro estrellas. Ahora espero con muchas más ganas que llegue a mis manos Baila, baila, baila para volver a entrar en El Hotel del Delfín y oír de nuevo qué dice el Hombre Carnero.

Apéndice: 


¿Por qué no tienen nombre los personajes? Dos fragmentos (bonus tracks):

1.


—¿Por qué no le pusiste nombre al gato cuando vivía contigo?
—Pues no sé… —dije. Y con el encendedor del emblema del carnero encendí un cigarrillo—. Supongo que porque no me gustan los nombres. Yo soy yo; y tú eres tú; y nosotros, nosotros; y ellos, ellos. ¿Y para qué más, si con eso basta?, digo yo.


2.


El joven ainu se encontró un día con una partida de cazadores de su raza que merodeaba por allí, y se acercó para preguntarles:
—¿Cómo se llama este lugar?
—¿Crees que un rincón perdido como éste puede tener un nombre? —le contestaron.




Y estas han sido algunas de las reflexiones que he ido colgando mientras leía La Caza del Carnero Salvaje:


#wildcarnero Carneros, lombrices y ratones

#wildcarnero estoy flipando con mi falta de memoria... sólo recuerdo una frase hasta el momento...

#wildcarnero De momento sólo un personaje tiene nombre, boquerón, y es un gato, y hay un muchacho con apodo, ratón

#wildcarnero Con el profesor Ovino... entre los cuescos del gato y los del tipo del cine, y ahora este profesor, esto tiene aires de Mortadelo y Filemón.

#wildcarnero No siento lo mismo que la primera vez, eso es así

#wildcarnero Recta final con el hombre carnero

#wildcarnero reconciliación con el ratón que da cuerda al mundo

Magnífica reseña de Sergio en su blog Galletas Chinas
Y otra de Marta en su blog Leer Sin Prisa

"El animal moribundo" de Philip Roth [Reseña conjunta]


2002 | 176 pp. | Alfaguara | The Dying Animal | 9788420465067

(by Jordi Via): Crítico de literatura en diversos medios de comunicación, profesor de literatura en una universidad neoyorquina, le gustan las jóvenes estudiantes y acostarse con ellas si ya se han graduado (una regla que fijó hace unos quince años y que no ha roto jamás, aunque por temor a ser denunciado por acoso sexual). Él es David Kepesh, protagonista de tres novelas de Philip Roth: "El Pecho" (1972), "El Profesor del Deseo" (1977), y, la que aquí se reseña, "El Animal Moribundo" (2001). Debo decir que sólo he leído esta última y que tarde o temprano, a pesar de lo que cuento a continuación, leeré las dos primeras; porque si bien es cierto que David Kepesh me cae mal, también es cierto que todo lo que he sentido durante la lectura de esta novela ha sido “real”, y esa sensación llega gracias a Philip Roth, el mérito es sólo suyo; consigue que en algunos pasajes me excite, que en otros me enfade y discuta con este hombre “maduro” (ronda los setenta años cuando nos detalla parte de su vida), y, aunque me da cierto apuro admitirlo, también llego a estar de acuerdo con muchas de sus sentencias y logra que me sienta identificado con alguna que otra situación que narra y que me ha tocado vivir (y que conste que no hablo desde el resentimiento).

Pero la verdad es que no soporto a David Kepesh, lo siento, no aguanto su egotismo y autocomplacencia, la falta de tacto hacia los demás y, sobre todo, no aguanto los aires de superioridad que gasta tanto en el aspecto cultural como en el económico. Detesto la manera que tiene de hablar y tratar a las mujeres, casi mejor será omitir lo que pienso sobre la parte “importante” de la trama y que tiene que ver con Consuelo Castillo (la obsesión de Kepesh) y con el episodio que pretende ser el más transgresor que ocurre en la novela y que no es tan escandaloso como nos quiere vender David. Desde el principio se intuye que algo muy malo va a ocurrir, que las relaciones sexuales nos van a trastocar, pero, en serio, este tipo no hace nada que nos pueda sorprender excesivamente en ese aspecto, y el “quid”, esa parte tan importante de la trama, es algo que casi roza lo ridículo.

No sé si Philip Roth pretendía que David Kepesh cayese bien a los lectores, pero obviamente hay algo tendencioso en cada una de las conversaciones (tal vez sería mejor decir soliloquios) que mantiene con ese alguien al que nunca conoceremos (ni a él / ella ni ninguna de sus opiniones). Consigue justificar todos sus actos, así que casi me decanto por pensar que lo que en verdad mantiene David es una conversación en su mente y en estos casos, cuando eso ocurre, cuando discutimos con nosotros mismos, todos nos ocupamos de salir victoriosos a cualquier enfrentamiento y así obtener las respuestas que más nos convienen.


“Tengo un hijo de cuarenta y dos años ridículo. Ridículo porque es hijo mío, encarcelado en su matrimonio debido a que yo huí del mío, la importancia que eso ha tenido para él y la protesta contra mi vida personal que se ha obstinado en hacer suya. La ridiculez es el precio que paga por haber sido transformado demasiado pronto en un Telémaco, pequeño y heroico defensor de su madre desatendida. No obstante, durante los tres años en que sufrí accesos intermitentes de depresión, fui mil veces más ridículo que Kenny. ¿Qué quiero decir con la palabra ridículo? ¿Qué es la ridiculez? Renunciar voluntariamente a tu libertad, esa es la definición de ridiculez.”


¿Cómo no podemos comprender la actitud de su hijo?
A él y a su ex mujer los abandonó por líos de faldas en plena revolución sexual. Los juzgamos, igual que a todos los personajes que deambulan por "El Animal Moribundo", por cómo los describe David. Lo que opinan los demás de él también nos llega a través de su propia voz, es un texto aborreciblemente subjetivo, no es nada duro consigo mismo; sale de rositas aun en la peor de las situaciones en las que se pueda involucrar o en las opiniones que llega a manifestar y me asusta comprender que hay mucho de él en mí.

"La única obsesión que todo el mundo desea: "amor". ¿La gente cree que al enamorarse se completa? ¿La unión platónica de las almas? Yo no lo creo así. Creo que estás completo antes de empezar. Y el amor te fractura. Estás completo y luego estás partido. Ella es un cuerpo extraño introducido en tu totalidad. Y durante año y medio te esforzaste por asimilarlo. Pero nunca estarás completo hasta que lo expeles."

(by Offuscatio): "El Animal Moribundo" es la primera novela que me leo de Philip Roth, pero no será la última. Sí, eso lo tengo claro. Lo difícil viene ahora cuando me siento delante de más de veinte teclas y no sé cuál pulsar para que las palabras broten con fluidez y le hagan justicia. Quizá, podría empezar por apropiarme de las palabras del autor para decir que, en estas páginas, se habla "del caos de Eros, de la desestabilización radical que es la excitación". Sin embargo, "El animal moribundo" es mucho más que una novela de alto voltaje. Narrada en primera persona por su protagonista, su principal valor reside en la figura de un personaje narrador cercano, sólido y creíble: el profesor de escritura crítica y comentarista televisivo David Kepesh que, a sus sesenta y dos años, se obsesiona por una chica cubana de veinticuatro, Consuelo, y se ve obligado a replantear sus principios. Esta crisis existencial provocada por los celos, la incertidumbre y el temor a perderla da así lugar a un extenso, preciso e impresionante monólogo en el que Kepesh cuestiona las normas y convenciones sociales y, a la vez, reflexiona sobre la muerte y la vejez:


"Hasta no hace muchos años existía una manera preconcebida de ser viejo, como existía una manera preconcebida de ser joven. Ya no prevalece ni una ni otra. Ha tenido lugar una gran lucha por lo permisible y se ha dado un gran vuelco. De todos modos, ¿debería un hombre de setenta años involucrarse en el aspecto carnal de la comedia humana? ¿Ser un hombre mayor que rechaza sin disculparse la vida monástica, todavía susceptible de excitarse humanamente?"


Desde la revolución sexual de los años sesenta, pasando por el lado más oculto del arte francés del coqueteo, hasta el fracaso del matrimonio, todo parece estar enlazado a una verdad mayor: la hipocresía de las vidas falsamente felices, dibujadas con regla y escuadra para encajar en lo que se considera políticamente correcto. No obstante, nada de ello parece indicar que su propósito sea ofrecer una propuesta de liberación. Desde mi punto de vista, lo que logra Roth aquí, con su prosa cristalina, ácida y embriagadora, es sacudir los pilares morales por los que el lector camina sin apenas darse cuenta y obligarlo a reflexionar sobre ciertos comportamientos que son, de forma consciente o inconsciente, señalados con el dedo indicador bien estirado en el que las arrugas representan prejuicios e ideales fabricados por otros. Asimismo, pese a que Kepesh no esté trazado precisamente con la intención de que su discurso genere simpatía, en un determinado momento el lector es obligado a cambiar de posición con el protagonista, a ocupar el sillón del consultorio de un hipotético psiquiatra y a pronunciarse al respecto. Porque, cuando se llega al final, las dudas superan las certezas. O, como dice el narrador, porque "los argumentos a favor y en contra son lo que componen la historia, o bien impones tus ideas o bien te las imponen. Nos guste o no, ésa es la disyuntiva".

Dicho todo esto, para mí, "El Animal Moribundo" es una de esas lecturas obligadas y necesarias. Una novela concebida para desestabilizar y encerrar el lector en una hábil trampa que inevitablemente le recordará que él mismo, en algún momento, puede haber sido (o llegar a ser) tan egoísta - o ridículo - como Kepesh.

Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy

Maldito Cormac McCarthy, malditas sus novelas (las que he leído: La carretera, No es país para viejos, La oscuridad exterior y, la que terminé ayer, Meridiano de sangre... y también las que tal vez leeré en un futuro que no preveo muy cercano: El guardián del vergel, Hijo de Dios, Todos los hermosos caballos...); malditas citas bíblicas, malditos personajes, y todas las situaciones desgarradoras, sangre, pedofilia, violaciones y aberraciones que nuestra imaginación nos empuja a recrear mientras leemos cualquiera de sus relatos. Porque no sólo nos brinda pasajes explícitos que nos estremecen, muchas veces McCarthy,  magistralmente eso sí,  nos dibuja una imagen o fragmento de una escena que automáticamente nosotros recomponemos por completo, juzgamos y, seguramente hacemos mal, pero la terminamos y damos por hecho algo que quizá sucedió de otro modo. Por eso me atrevo a decir que el Juez Holden no es tan malo como nos quieren hacer creer. Incluso llega a caer simpático. Es un líder, alguien inteligente, culto, que atrapa y enamora; una mente repleta de conocimientos, un profesor. A pesar de que le atribuimos asesinatos, violaciones y demás actos reprobables, y es un personaje por el que sentimos una profunda repulsión y, por qué no decirlo, nos infunde miedo, mucho miedo, pues, a pesar de todo eso, no recuerdo haberle "visto" con las manos en la masa en toda la novela. Nos ocurre como a los demás personajes de Meridiano de sangre, nadie le pilla in fraganti; y ahí creo que se esconde algún mensaje.
Y ¿Quién es él? ¿y quién el Chaval? 
Al Chaval, del que nunca sabemos su nombre aunque en una ocasión el juez Holden le apoda Blasarius, que es un término arcaico legal de un incendiario, una persona culpable de incendio intencional, tampoco le "vemos" explícitamente asesinar, cortar orejas o cabelleras a ningún indio. Nunca leí la Biblia, pero creo que los dos personajes principales y antagónicos tienen mucho que ver con alguna de las historias que se hallan en ella.
Y ya que hablamos de fuego hay que decir que otra vez en una novela de McCarthy este elemento, uno de los cuatro clásicos, es fundamental en la narración, aunque el aire, la tierra y sobre todo el agua son tan importantes o más que los personajes: ...contemplaron el fuego, el fuego que contiene en sí mismo algo de los propios hombres en la medida en que el hombre es menos sin él y se aparta de sus orígenes y está como exiliado. Pues cada fuego es todos los fuegos, el primer fuego y el último que habrá nunca.
En Meridiano de sangre, nos adentramos en una época de genocidios, de masacres en la frontera entre Texas y México.  Las autoridades mexicanas y del estado de Texas organizan una expedición paramilitar para acabar con el mayor número posible de indios. Es el llamado Grupo Glanton, que tiene como líder espiritual al llamado juez Holden, un ser violento y cruel, un hombre calvo, albino, sin pestañas ni cejas. Nunca duerme. Pero baila y baila y baila...

McCarthy se basó en hechos y personajes reales para escribir esta novela considerada por la revista Time como una de las mejores 100 novelas en inglés desde 1923 hasta 2005 y que ostenta el tercer lugar de las mejores novelas escritas en los últimos 25 años en una encuesta que realiza cada año el New York Times a unos doscientos destacados escritores, críticos, editores y otros sabios literarios. 
Yo lo he pasado francamente mal. Tuve que interrumpir la lectura un par de semanas. Y he de admitir que me costó, tuve que esforzarme, y creo que por el momento no volveré a McCarthy, o sí, no lo sé, porque aún sigo en el desierto trashumando y escondiéndome sin saber contra qué ni por qué lucho.

Ha sido otra lectura conjunta en Twitter y en Facebook con el grupo Café Literario. Más reseñas de Meridiano de Sangre: Leer sin prisa, Claraboya literaria, Notas de mis lecturas, Libros, cd's, cine...
Y ya que estamos, reseña de La oscuridad exterior: Offuscatio, Libros, cd's,cine... y de La Carretera: Libros, cd's, cine...

Los hermanos Tanner, de Robert Walser

Dicho de otro modo, en lugar de dedicarme a leer a Robert Walser, por ejemplo, me puse a escribir sobre él para tener que leerlo. (Enrique Vila-Matas) 

No le deseo a nadie ser yo. Solo yo soy capaz de soportarme. Saber tanto, haber visto tanto y no decir nada, absolutamente nada. (Robert Walser)

Descubrí a Robert Walser mientras descubría a Enrique Vila-Matas. También leí un ensayo de J. M. Coetzee sobre el escritor suizo, algo así como una pequeña biografía, excelente como todo lo que escribe Coetzee pero que no me empujó al abismo como sí lo hizo Vila-Matas. Debo admitir que haber leído sobre Walser antes de leer al propio Walser ya crea una serie de expectativas o cierta predisposición, y sí, para qué negarlo, algo de devoción. Pero también es cierto que al leer alguna de sus obras se siente algo parecido a recibir un suave masaje o, en otras palabras, leer a Walser es fácil, estimulante y uno quiere más.


...cierto es que sólo soy respetado por una persona: yo mismo, pero es alguien cuyo respeto es el que más me importa 
...En una reunión bien concurrida donde lo importante es manifestarse y agradar lanzando parrafadas brillantes, tú permanecerás siempre mudo porque no tendrás ganas de abrir la boca entre tanto charlatán inútil
...Acabaré convirtiéndome en un hombre entregado en cuerpo y alma al presente, sin recordar mi afinidad con cosas aún pendientes
...Tengo que buscarme otra vida, una nueva, aunque mi vida entera deba consistir en la simple búsqueda de esa vida  


En "Los hermanos Tanner" puede dar la sensación de que no ocurre nada, que los paseos no te llevan a ningún sitio, y, sin embargo, podemos encontrar a un hombre avanzado a su tiempo e incluso al nuestro. Robert Walser nos habla con la misma naturalidad sobre infidelidad, incesto, homosexualidad, arte y, ante todo, de paseos y lo que se siente durante los mismos. 
Como dice Kafka, y podemos leer en la contraportada de la edición de bolsillo que hace pocos meses salió a la venta, «¿Acaso Simon Tanner no vagabundea, nadando en la felicidad, para no producir nada, a no ser el goce del lector?» Y es que el mismo Simon podría ser el alter-ego de Robert Walser. Como curiosidad aparece un personaje, un poeta, al que el propio Simon Tanner encuentra muerto y congelado en la nieve tal y como cincuenta y tres años después de publicarse esta novela unos niños hallaron el cadáver de Robert Walser. Casi que vaticinó su muerte, e incluso, Simon Tanner, la ensalza, le parece de lo más esplendida, una tumba de gran nobleza. 


“El día de Navidad de 1956, la policía de la ciudad de Herisau, al este de Suiza, recibió una llamada: unos niños se habían tropezado con el cuerpo de un hombre muerto por congelación en un campo nevado. Cuando llegó a la escena, la policía primero tomó fotografías, luego retiró el cuerpo.

El difunto no tardó en ser identificado: era Robert Walser, de setenta y ocho años de edad, que había desaparecido de un hospital mental de la zona. (…)
Las fotografías de la policía mostraban a un anciano ataviado con un abrigo largo y botas, despatarrado sobre la nieve, los ojos totalmente abiertos, la mandíbula floja. Estas fotografías se han reproducido amplia (y desvergonzadamente) en la literatura crítica sobre Walser (…)
(J. M. Coetzee)

Robert Walser te gustará si te gusta la poesía, si te gusta pasear, si cuando vas por un sendero no sientes tedio.

Agua, perro, caballo, cabeza, de Gonçalo M. Tavares

No quería ser menos, yo también quería leer al escritor más aplaudido del momento, ese del que lectores y escritores a los que respeto y admiro tan bien hablan. Así pues, este es mi primer encuentro con Gonçalo M. Tavares. Un libro difícil de clasificar. De hecho en algún lugar he leído que por esta obra recibió en 2006 el Grande Prémio do Conto Camilo Castelo, aunque en la solapa de "Aprender a rezar en la era de la técnica", que será mi próxima lectura del mismo escritor, apuntan que con este libro ganó el premio revelación de poesía de la asociação portuguesa de escritores "Camilo Castelo Branco".
El caso es que tanto si se trata de poesía, cuento o microrrelato yo sigo en estado de shock y sólo puedo decir que me ha fascinado. "Agua, perro, caballo, cabeza" es un libro que a pesar de ser muy corto (24 relatos/poesías repartidas en 79 páginas), y de que aparentemente no te lleva a ninguna parte, te deja una agradable sensación, algo parecido a cuando en la duermevela crees haber dado con la respuesta final, ese momento del sueño en el que has hallado la solución al gran enigma, aunque luego te des cuenta de que sólo era eso, parte de un sueño. En cada relato sucede algo que te golpea la mente de tal manera que pasas del estupor inicial ante todos los  interrogantes que se han abierto, a una extraña sensación de pesadilla; escenas que en buena parte me han recordado a "Amberes" de Roberto Bolaño, ese extraño poemario que muchos coinciden en compararlo con el universo pesadillesco de David Lynch. 
Encontramos también un buen puñado de máximas, muchas de ellas sobre la muerte. De nuevo la muerte como leitmotiv en uno de los libros que leo este año: "Las únicas ilusiones son sobre los muertos. Consideras que ellos son mejores de lo que realmente son."  
"A veces, pensar en eso me calma: puede no ser hoy, pero también vas a morir."
"...son visiones de aquello que ocurrió hace años: los muertos son, en la cabeza de los vivos, más felices de lo que realmente fueron. Porque nadie acierta."

Pero hay también en mitad de pasajes macabros, grotescos, otros que resultan extraordinarios, maravillosos, pura poesía:
"No busques en la hierba muda, busca la hierba muda ...estos dos versos los señalé con mi lápiz localizador de bellezas...
Ocurre con muchos poemas, canciones o cuentos, que uno sabe que va a volver a ellos. Con "Agua, perro, caballo, cabeza" no sólo porque se pueda leer de una sentada, también por el inmenso placer que a uno le produce descubrir algo distinto, sentirse asombrado de nuevo. Presiento que Gonçalo M. Tavares va a entrar en mi biblioteca con la fuerza que lo hicieron en su momento todas las novelas de Paul Auster, Kurt Vonnegut o Haruki Murakami entre muchos otros. Así lo espero, así deseo que lo lean en el blog.

Reseña de Jose en Libros, cd's, cine...  

Abyección

en una ciénaga dos horas antes que el despertador despiertas tú. evocas a Justine. descrédito, humillación. ya, ya, en la vida ocurren cosas más terribles ¡a ti qué te van a contar! pero algo en ese proceso mezquino te impide descansar; qué no dijiste y debiste decir, qué dijiste y debiste callar.


...luchando mucho con este hilo de lana gris que tengo enredado entre mis piernas. 
Es muy pesado para andar arrastrándolo.*



*Justine (Kirsten Dunst) en Melancholia

El hombre que gritó la Tierra es plana, de Roberto de Paz

Está siendo un gran año de lecturas. No por la cantidad, que es considerable, sino por la calidad que es lo verdaderamente importante. Mi satisfacción como lector está en uno de los momentos más álgidos que recuerdo. Y es que ya llevo unas cuantas que podrían desbancar mi ranking, mi lista de hits, una lista mental que he confeccionado con las novelas que me han ayudado a sobrellevar esta sana adicción. Una adicción que a su vez me ha salvado en momentos cruciales de mi vida o que me empuja a vivir vidas paralelas, a olvidarme por un tiempo de la "realidad" que nos rodea.

El hombre que gritó la Tierra es plana, la primera novela de Roberto de Paz, no ha impedido que ignore las malas noticias actuales (quien la haya leído comprenderá por qué lo digo), pero sí me ha hecho revivir el efecto que causó en mí la primera vez que leí a Paul Auster, uno de mis autores favoritos, es decir, evadirme y entrar en historias que se ramifican y a su vez éstas llevan a otras -unas pura fantasía e imaginación, las otras reales-. Algunos pasajes me han evocado la magnifica y monumental novela de Michael Chabon, Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, y me ha parecido encontrar un par de guiños a Vonnegut, y uno a un conocido escritor que también me gusta mucho, en concreto un guiño a su novela más famosa, que no voy a desvelar porque podría arruinar uno de los geniales e inesperados giros de la trama.



Pero además de una gran novela de ficción, en El hombre que gritó la Tierra es plana, subyace una profunda y estudiada reflexión. Una narración hilvanada con la maestría de un escritor curtido, sin fisuras, sin flecos.
Es otra de las novelas en las que la muerte y el suicidio están presentes, y ya llevo unas cuantas este año. En fin, una más en la lista de las que han conseguido que aprenda algo nuevo (lo que ocurrió en Camboya o la anécdota sobre la primera guerra mundial, por ejemplo). En algunos momentos me he visto obligado a meditar con el libro todavía en el regazo, y si a todo eso le sumo solipsismo, distopía, casualidades, recomendaciones literarias, personajes entrañables... estamos, sin duda, ante mi libro de cabecera, una novela sensacional, de las mejores que he leído en mucho tiempo.

Algunas de sus frases:

 "Para Camus, el suicidio es el único problema filosófico verdaderamente serio."

"...a veces merece la pena darle una oportunidad a lo improbable."

"...y de ahí, de forma incomprensible, saltamos a Tom Sawyer, El ruido y la furia y Las sirenas de Titán. Vonnegut le volvía loco. Cuando hablaba de literatura abría los ojos y se le iluminaba el rostro...Habría iluminado la ciudad de haberse podido conectar a la red."

"¿Salvarías al mundo ahora que lo has perdido todo?"

La Broma, de Milan Kundera

No me siento capaz de escribir un resumen de "La broma" de Milan Kundera. Me ocurre, como casi siempre que escribo una reseña en el blog, que me resulta  más sencillo hablar de sensaciones. De mis sensaciones.
Así pues, debo decir de entrada que esta ha sido una de las mejores novelas que he leído este año.

En "La broma" hay un personaje principal y lo que acontece durante quince años en la vida del mismo, pero ésta es una novela coral. Incluso me atrevo a decir que es una novela sobre los sentimientos de una nación, sobre un momento histórico real que muy bien podría pasar por una obra distópica en toda regla. De hecho algunos lectores han comentado que sentían algo parecido a cuando leyeron 1984 de George Orwell, y sí, debo darles la razón, pero además añadiría que no andamos tan lejos de vivir situaciones en nuestro propio país y en la actualidad como las que narra Kundera en "La broma".

A mí no me parece que sobre ni una sola página, ni un solo personaje está de más, y si hay una parte que se me hace algo tediosa es sólo por mi culpa, por mi falta de conocimiento sobre el tema que narra alguno de los personajes, pero lejos de criticar a Kundera lo primero que debo hacer es informarme, indagar sobre lo que desconozco. Esa podría ser una de las lecciones que uno aprende leyendo esta novela: antes de echar la culpa a los demás sobre algo que te ocurre, intenta averiguar qué es lo que tú haces mal.
Es eso precisamente lo que más me ha gustado de "La broma": las lecciones que aprenden o deberían  aprender los personajes, las lecciones que deberíamos aprender todos; y es que a las diferentes voces que hablan en esta novela las comprendes y las culpas a todas por igual, y ninguna de ellas puede dar por si sola, sin apoyarse en otra voz, una lección a las demás. Todos cometemos errores, toda acción tiene consecuencias y la mayoría de las veces las desconocemos, ignoramos el daño que hemos podido causar.

Ha sido un auténtico placer leer esta novela, la primera que escribió Milan Kundera y que ahora Tusquets recupera para su catálogo en esta traducción revisada del checo de Fernando De Valenzuela. Aprovecho la ocasión para comentar que no he encontrado ni una sola errata, así que, además de la bella prosa de Kundera, que permite leer como si estuvieras paseando sin pausas y absolutamente embelesado, hace aún más fácil la lectura el hecho de no tropezar con las indeseables faltas de ortografía o errores de imprenta que, sobre todo últimamente, nos encontramos en demasiados libros.

Otras y mejores reseñas de compañeros de esta lectura conjunta de "La broma" : Galletas chinas, 10.15 Saturday night, Libros, cd's, cine..., Leer sin prisa, El blog de Lahierbaroja

Desde aquí también quiero dar las gracias a Karo y a Sergio. Ya saben por qué.

Motel Infierno (cut-up-copy-paste)

(motel s.)
Ahora mismo
quizá tendría que dar un paseo sin voces
me voy de regreso
lo capto al inhalar

(broma k.)
Abren en sentido contrario todos aquellos lamientes (falsos y fingidos)
como la expresión de un excepcional espíritu autocrítico

(infierno R.)
Recuerdos e imaginación (mi caída y mi sueño)
serán juzgados por saber algo que yo ignoro

(remake F.M.)
3 segundos antes del fin
regalaste tus discos
oídos en estéreo, lejos del azar, 
there is a light that never goes out

Diablos de polvo, de Roger Smith

"Diablos de polvo" consigue deprimir al optimista más recalcitrante. Ni un ápice de esperanza le queda a uno cuando va por la mitad de la novela, pero aún es peor cuando lee la última página.
No suelo leer novela negra, así que me resulta complicado reseñar ésta sin tener suficientes precedentes en los que apoyarme. Podría compararla, como ya hice en Goodreads, con la trilogía "Millenium" del escritor Stieg Larsson, aunque con una salvedad; aquí no esperes encontrar héroes y tampoco investigación policial o periodística.
Una de las cosas que más me ha gustado es precisamente la ausencia del héroe, y con eso no pretendo decir que nos encontremos ante cobardes, sino con alguien que debe enfrentarse a sus propios ideales; ideales a los que siempre fue fiel y creyó inamovibles: uno no sabe cómo va a reaccionar ante la adversidad, ante una injusticia, ante un callejón sin salida, hasta que no se encuentra al borde del abismo, y es entonces, sólo entonces, cuando puede pasar que todos sus principios salten por los aires y así, un objetor de conciencia, llegue a convertirse, a sus propios ojos, en algo peor que la figura de alguien a quien siempre ha detestado.
Leyendo "Diablos de polvo" he sufrido pesadillas y lo que peor he llevado es cerciorarme de que el único que realmente es fiel a sus principios hasta el final, es el perverso, el monstruoso y sanguinario; el tirano que no duda en aplicar extrema violencia e injusticia cada vez que le conviene sin el más mínimo remordimiento y con total impunidad. Cada capítulo está repleto de auténticas aberraciones que si se llevaran al cine no podría proyectarse en ningún festival ni mucho menos en una sala convencional.  
A pesar de que se hace imposible coger cariño a los personajes (eso puede que sea una suerte al fin y al cabo, sino la lectura se haría insoportable), a pesar de que uno no acierta a comprender el por qué de la frialdad e indolencia de todos los que aparecen en esta novela al enfrentarse a la muerte: la muerte de sus vecinos, familiares… la de sus propios hijos… Pues, a pesar de los pesares, esta novela tiene algo que engancha, es adictiva; algo que no sé decir qué es pero que te lleva a leerla en apenas unas horas.  

Quiero dar las gracias a Es Pop Ediciones, en especial a Óscar Palmer y, como no, también agradecer a Aramys por contar conmigo para la lectura conjunta de Diablos de polvo. En twitter estuvimos unos cuantos con el hastag #lecturaDiablos.

Lee aquí el primer capítulo de Diablos de Polvo de Roger Smith

Rústica con solapas.
352 págs, 14 x 21,5 cm.
ISBN: 978-84-936864-7-5
PVP: 18,95 €



Roger Smith nos explica en este vídeo algunos de los hechos reales que le sirvieron como inspiración para escribir su novela.

+ reseñas:  leemaslibros  Pulparty  Viaje Alrededor de una Mesa Leer Sin Prisa  Cruce de Caminos La biblioteca de Ilium

Los Cuadernos del Hafa, de Pablo Cerezal

"Los Cuadernos del Hafa" -me permito samplear la voz del narrador- son fogonazos de recuerdos, brochazos de reminiscencias...
Es un diario de viaje. Es poesía. Historia. Una colección de sueños. Fragmentos de biografías; un narrador que da voz a distintos personajes, algunos de ellos reales como Jane Bowles, Brian Jones o William Burroughs, aunque ¿quién soy yo para considerar que no todos los personajes lo son? Hay muchas referencias y todas interesantes, a mí me han sorprendido: Kurt Cobain, Patti Smith, Rolling Stones, Corso, Kerouac, Ginsberg, Genet y un largo etcétera...
Envenenado estaba yo de olvidadas poesías, de ausentes fantasmas de músicos y poetas, artistas que veneré, personalidades de las que algún día pretendí apropiarme sólo porque creí comprender el mensaje oculto de sus creaciones.
El Café Hafa... uno tiene ganas de ir a Tánger y visitar ese famoso café después de leer el primer libro de Pablo Cerezal. Yo desconocía tantas cosas sobre ése lugar, sobre la generación beat, sobre Marruecos, su gente y costumbres... He vivido esta novela como si de un diario personal se tratase. Lo he leído y disfrutado como si lo hubiese escrito yo (entiéndase que cuando digo como si lo hubiese escrito yo, lo que quiero decir es que lo he leído como si estuviese recordando esas vivencias como propias).
Me gusta la estructura, el desorden de esta novela, es más, se hace necesario que así sea. Se lee como si uno tratara de pasear por esas calles que describe el narrador: laberínticas, estrechas e inverosímiles que acaban sin previo aviso frente a un barranco. Si en "Carretera Perdida" o "Mulholland Drive" de David Lynch las escenas tuvieran un orden "lógico", no serían la maravilla que son. Y ya que cito por enésima vez en este blog la película "Carretera Perdida", aprovecho la coyuntura para decir que he encontrado dos grandes parecidos, al menos yo lo veo así, entre ésta y el libro de Cerezal. Uno de los parecidos razonables lo puedo contar, el otro no:
1. La frase de Fred Madison que sirve para entender la estructura de la película: Me gusta recordar las cosas a mi modo y no necesariamente de la manera que han sucedido. En Los Cuadernos, Munir, mi personaje favorito, le dice a nuestro narrador: la realidad no es la que vemos sino la que inventamos ¿verdad? Y unas páginas antes el narrador en sus cuadernos escribe: ...jugar a imaginarme que sólo los muertos recuerdan el pasado y que hay que estar, al contrario, muy vivo para poder recordar el futuro, para (me atemoriza la certeza) esconder mis recuerdos (no sé si futuros o pasados) entre el vaho moldeable de vidas no vividas por personas que existieron pero jamás conocí más que en el delirio inconstante de mis sueños.
2. No lo cuento, no insistas, pero sí diré que tiene que ver con las mujeres que interpreta Patricia Arquette: Renee Madison / Alice Wakefield en el film de Lynch y la bella Aanisa o a Ella (a quien va dedicado el libro) de "Los Cuadernos del Hafa". O tal vez soy yo el que busca conexiones e historias imposibles donde no las hay y, por eso precisamente, me lo paso tan bien leyendo.
Cosas curiosas que atañen a mis lecturas, a mi vida solipsista: en "Aire Nuestro" de Manuel Vilas ya aparecía el escritor Paul Bowles, autor de "El Cielo Protector", y me dejó perplejo que Vilas le retratase como a un pederasta sin escrúpulos. En "Los Cuadernos del Hafa", Bowles, tampoco queda muy bien parado.
A William Burroughs me lo he encontrado, como un personaje más, en algunas de mis recientes lecturas: en "Éramos unos niños" de Patti Smith y en "Mantra" de Rodrigo Fresán, por ejemplo, aunque la primera son unas memorias y la segunda una obra de ficción y es, en ésta última, donde Joan Vollmer (que murió de un disparo en la cabeza jugando con su marido, William, a Guillermo Tell) tiene muchas cosas que decir sobre el propio Burroughs y la generación beat, no muy buenas por cierto, con esa voz inventada que al igual que "En los cuadernos del Hafa" le ha dotado a Brian Jones y compañia su narrador.
En "Mantra" también hace acto de presencia Brian Jones y la piscina donde murió y los rumores sobre un posible asesinato, pero no recuerdo que se hable de Jajouka ahí, una parte muy interesante de la vida de Brian Jones que sí aparece en la obra de Cerezal, en la que además podemos leer una posible carta escrita por esa voz inventada explicando su muerte. En "Mantra" la técnica del cut-up también tiene mucha importancia, pero aquí, en "Los Cuadernos del Hafa", tiene un papel, a mi modo de ver, fundamental con Brion Gysin y William Burroughs y sus diálogos, también inventados, como protagonistas.

Blog de Pablo Cerezal  Postales desde el Hafa, de visita obligada.

De suicidios y desapariciones en mis lecturas recientes

De un tiempo a esta parte, temas como el anhelo por desaparecer, el suicidio y/o la muerte, el nihilismo o la felicidad/infelicidad están presentes en muchos de los libros que leo. Esto, que de entrada puede parecer algo deprimente, no lo es en absoluto. Al menos no lo es para mí.
He de aclarar que no los elijo a propósito. No voy buscando libros en los que aparezcan tramas parecidas, es más, me gusta la variedad. Simplemente llego a ellos empujado por algún tipo de vínculo; a veces una novela me lleva a leer otra (la mayoría de las ocasiones es así), a veces es una canción, un poema o una entrada en un blog los que me hacen decidir cuál será la próxima lectura, e incluso, a veces, puedo simultanear dos o tres libros, pero eso ya es por culpa de mi impaciencia. 
No sé decir si tal vez es esa la razón -el hecho de que un libro lleve a otro- por la que, ocurre por temporadas, un mismo tema es recurrente. Hubo un tiempo que fueron los sueños y deseos los que aparecían una y otra vez (de hecho la frase La responsabilidad empieza en los sueños, que sirve de frase de cabecera en este blog, la leí en tres libros distintos: “Tristano muere” de Antonio Tabucchi, escritor italiano que murió hace pocos días, en “Kafka en la orilla” de Haruki Murakami y en “Amor peligroso” de Ben Okri.), en otra temporada fueron los universos paralelos y, en concreto el solipsimo, los asuntos que se repetían. Ahora le está tocando el turno a las desapariciones voluntarias.

Uno de los primeros libros que he leído este 2012 es “Amarillo” del escritor recientemente fallecido Félix Romeo. Un tipo que merecía todos mis respetos por, entre muchas otras cosas, confesar que toda la literatura que conocía la había aprendido en la poesía de Rimbaud y en las letras de Morrissey.
Obviamente sabía a qué me enfrentaba cuando me interesé por “Amarillo”. No hubo sorpresa alguna en ese sentido, el libro trata directamente sobre el suicidio de su amigo Chusé Izuel: Este es un libro sobre el crimen perfecto. Sobre la memoria, sobre la imposibilidad de recordar, sobre la imposibilidad de escribir libros sobre la vida que sean reales. Sobre las cuatro cosas que recuerdo de ti. Sobre todo es un libro sobre las mil cosas que no recuerdo de ti y sobre las mil cosas que ignoro de ti, y quiero seguir ignorando. Todo empieza con una pregunta: ¿cómo no me di cuenta de que te ibas a suicidar? De esta pregunta sale otra pregunta: ¿por qué tu muerte me produjo un alivio tan grande? De esta pregunta sale otra pregunta: ¿soy responsable de tu muerte? Y de esta pregunta sale una última pregunta: ¿por qué desde hace años arrastro una terrible sensación de culpa por tu muerte?
(Félix Romeo recuerda que Freud aseguraba que un suicida es un asesino frustrado, que se mata a sí mismo por no matar al causante de su mal).
Un suicida, por muchas explicaciones que haya podido dejar tras de sí (tanto da sobre el papel, en cinta de sonido o en cinta de vídeo), parece llevarse siempre consigo un secreto, un gran misterio que jamás podrá ser resuelto.
Además de este fragmento, que me parece muy acertado o cercano a conjeturas que siempre han bailado por mi mente sobre ese último instante en la vida de un suicida, “Amarillo” aportó uno de esos vínculos de los que hablo, de los que me llevan a otra lectura. Chusé Izuel en una carta a Romeo le habla de una novela que está leyendo y de la que debe hacer una reseña. Le decía en esa carta que el libro le estaba gustando, que le hacía pensar en la obra de -otro suicida- John Kennedy Toole, autor de “La conjura de los necios” (no lo pude evitar, después de “Amarillo” leí la otra novela de Kennedy Toole escrita cuando sólo contaba con quince años de edad, “La biblia de neón”).
Pues bien, esa novela de la que hablaba Chusé Izuel en su carta, ya está en mi biblioteca, la conseguí de segunda mano y en breve la empezaré a leer. Se trata de “Tomas Jonsson. Bestseller” del escritor islandés Guðbergur Bergsson. Escrita en 1966 y publicada en España por Alfaguara en 1990, está considerada como la primera novela contemporánea de la literatura islandesa. Bergsson es un autor a tener en cuenta, y más si consideramos la opinón que tiene sobre él Milan Kundera, uno de sus más fervientes admiradores. Precisamente estoy leyendo “El libro de los amores ridículos” de Kundera, y en él -¡qué sorpresa!- hay un relato donde el suicidio también hace acto de presencia. Aunque, como aquí estamos ante un libro con una gran dosis de humor, la tragedia se relativiza. Pego aquí sólo un pequeño ejemplo:

Y el tiempo corría ya a toda prisa y de pronto se encontró en el cuarto de baño, frente al espejo oval que está encima del lavabo, sosteniendo con la mano derecha un espejito redondo por encima de la cabeza y observando de reojo la incipiente calva; aquella visión le familiarizó de repente (sin preparación alguna) con la trivial constatación de que lo perdido perdido está. El malhumor se hizo crónico y hasta se le pasó por la cabeza la idea de suicidarse. Naturalmente (y es menester subrayarlo para que no veamos en él a un histérico o un idiota) era consciente de la comicidad de semejante idea y sabía que nunca la llevaría a cabo (se reía para sus adentros de su carta de despedida: No he podido resignarme a la calvicie. ¡Adiós!), pero ya es bastante que semejante idea, por platónica que fuera, se le hubiera ocurrido.

Hoy mismo he terminado de leer “Ocho escenas de Tokio” del japonés Osamu Dazai. Este escritor intentó suicidarse cuatro veces sin éxito, hasta que en 1948 cuando tenía 39 años lo logró arrastrando con él a su amante. Si ya me cuesta entender que alguien decida quitarse la vida, aún entiendo menos que convenza a otra persona para que lo hagan juntos. Y no era la primera vez, en un primer intento de suicidio en pareja él sobrevivió y ella, una chica distinta (Tanabe Shimeko), murió.
Osamu Dazai nos narra en los diez relatos de “Ocho escenas de Tokio” prácticamente toda su vida, y habla abiertamente de los intentos de suicidio, las adicciones a drogas y a la bebida, de las deudas y del sentimiento de culpa. No sé si podría decir que es el precedente de un Chinaski japonés, pero a decir verdad he de reconocer que en más de una ocasión me ha evocado algunos episodios de relatos de Charles Bukowski, otro escritor con tendencias suicidas (aunque al final, después de haber vivido al límite, lo que le mató con setenta y tres años fue una leucemia).
Hay otros libros donde el suicidio (o el intento del mismo) es parte importante de la narración y que he leído -por pura casualidad- recientemente, algunos prefiero no mencionarlos porque podría estropear la trama, otros ejemplos son “El malogrado” de Thomas Bernhard o  “El adversario” de Emmanuel Carrère.