Baila, baila, baila, de Haruki Murakami

Lo primero que debo decir es que, bajo mi punto de vista, es imprescindible leer primero "La caza del carnero salvaje" (1982 y que publicó Anagrama en 1992); "Baila, baila, baila" (1988, publicado en España por primera vez en 2012 por Tusquets Editores) es su secuela y algunos personajes o los recuerdos y situaciones que evoca el narrador no se entenderían si se altera el orden de lectura o si sólo se lee ésta parte. 

Veinte años distan entre la primera y segunda parte en español, casi 25 años desde que se publicara por primera vez en su versión original..., demasiado tiempo para tratarse de una secuela, demasiado tiempo tratándose de un escritor de tanto éxito. Tiempo más que suficiente para que autor y editorial revisen y corrijan errores.

Ayer, en mi trabajo, dos chicas adolescentes que venían de visita, al ver mi ejemplar de "Baila, baila, baila" sobre el mostrador al lado del teclado del ordenador, se enfrascaron en una interesante conversación entre ellas a propósito de Haruki Murakami y su obra. Me sentí como un personaje de sus novelas, primero porque parecía que yo no estuviese presente, y segundo porque ¿qué hay más peculiar en una escena murakamiana que unas adolescentes guapas, algo Lolitas, empiecen a hablar con cierta madurez erudita sobre música y literatura delante de un joven treintañero que además conoce bien de lo que hablan?
Una de ellas parecía ser toda una experta, lo había leído prácticamente todo del escritor japonés y recomendaba, de entre todas sus novelas, "Kafka en la orilla" (que para mí es de las menos brillantes, aunque obviamente no la quise contradecir). Me gustó cuando definió las novelas de Haruki Murakami como multisensoriales; para ello aducía, entre muchas otras cosas, que mientras vas leyendo, va mencionando canciones que de alguna manera te insta a escuchar en ese preciso momento (qué suerte tienen estas muchachas de vivir y disfrutar en esta época, donde se puede recabar información en Internet sobre la novela que se está leyendo).

Pero dejemos aquí esta escena murakamiana para hacer hincapié en dos temas que en ella aparecen: música e Internet. La novela "Baila, baila, baila" se publicó en 1988 y entonces no teníamos a nuestro alcance tanta información ni manera de contrastarla como ahora. Por eso debemos perdonar a Murakami algunos anacronismos tan flagrantes como cuando Yuki, la adolescente que se hace amiga del narrador de esta historia (el mismo que protagoniza "La caza del carnero salvaje"), en marzo de 1983 pone una cinta de casete en el equipo de música del coche con canciones como "China Girl" de David Bowie o el "Say, say, say" de Paul McCartney y Michael Jackson, algo del todo imposible ya que esas canciones se realizaron en mayo y octubre de 1983 respectivamente; como mucho podía ser que pusiera la versión original de 1977 de "China girl" del disco "The Idiot" de Iggy Pop. Pero aparte de estos anacronismos he hallado defectos de continuidad en la narración, lo que en una película llamaríamos fallo de raccord, es decir, cuando un plano debe tener relación con el anterior y servir de base para el siguiente. Si por ejemplo un personaje dice que no trabaja el turno de tarde, no tiene sentido que unas páginas después salga del trabajo a las siete de la tarde, o, si otro personaje ha llegado en ascensor al piso decimoquinto, cuando quiere salir de allí vuelva a entrar al ascensor para dirigirse al decimoquinto piso de nuevo (y no me refiero a esos momentos de fantasía, de movimientos espacio-temporales del submundo al que nos tiene acostumbrados Murakami, sino a un error de continuidad y que no sé si se debe a la traducción o al escrito original); o ese cheque de trescientos mil yenes que treinta y tres páginas después se convierte en uno de treinta mil, aunque en este caso supongo que el error debemos atribuirlo a esta edición.

Dejando a un lado estos errores y algunas reiteraciones que me han aburrido hasta la saciedad (una escena de una película nos la cuenta como diez veces) o algunas frases que se repiten cada dos páginas, además de situaciones que, aunque naturales como la vida misma, chirrían con el conjunto de la obra: si en "La caza del carnero salvaje" me desagradaban los cuescos del gato del narrador o los que se tiraba un espectador en un cine, aquí me sobra que describa meadas elegantes; si además no tenemos en cuenta que esta edición tiene bastantes errores ortográficos, si perdonamos todo eso, si dejamos todos estos tropiezos a un lado, estamos ante una novela maravillosa, en perfecta armonía con "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas" (1985) (2009 Tusquets Editores). Y lo es por muchos motivos: por la parte multisensorial, por las escenas de sexo, por las preguntas que se hace el narrador y de rebote las que me hago yo como lector, por la aparición de personajes que ya conocemos de "La caza del carnero salvaje", por el misterio, la magia..., en fin, por todo lo que aporta siempre, estamos ante una "nueva" buena novela más del autor japonés donde, además de aparecer uno tras otro extraños y atractivos personajes mientras el narrador va resolviendo circunstancias también de lo más extrañas que suceden en su vida, nos empapamos de música, comida japonesa, y, sobre todo, reflexiones interiores. De entre ellas la que da título al libro y que no es un vacuo consejo por parte del Hombre Carnero: Baila, baila, baila, no dejes de bailar, mientras no cese la música. Es decir, no dejes de estar en movimiento, sólo así conseguirás responder a ciertas preguntas.

Otras reseñas de Baila, baila, baila en esta lectura conjunta gracias a PriceMinister:
Leer sin prisa 

Suttree, de Cormac McCarthy

Un par de consejos para los que quieran leer esta novela, el primero es un consejo que puede servir para cualquier novela, aunque está indicado especialmente para "Suttree": no leas la entrada en Wikipedia sobre "Suttree", la despedazan, aparecen tantos spoilers que dan ganas de torturar al que la haya escrito. Me imagino al pobre desgraciado sin vida, vestido con traje a rayas y con un reloj en la muñeca todavía dando la hora exacta en mitad de un charco de sangre; los sesos esparcidos por el escritorio donde ha redactado mucho más de lo que jamás debería haber contado sobre esta monumental historia.
El segundo consejo es que tengas cerca, mientras lees "Suttree", un diccionario, enciclopédico a poder ser. Aunque este consejo sirve para todas las obras de McCarthy donde aparezcan vegetación, peces y pájaros; para "La Carretera" se hace innecesario.

Y ahora, sin más dilación, mi reseña, mis sensaciones:
Maldito Suttree, Cornelius Suttree..., o lo que casi es lo mismo, maldito McCarthy, maldito Cormac McCarthy... Sí, lo maldigo de nuevo y caigo en sus redes por quinta vez: "La Carretera", "No Es País Para Viejos", "La Oscuridad Exterior", "Meridiano De Sangre" y ahora "Suttree", su cuarta novela, escrita durante veinte años de forma discontinua y publicada en 1979.
La última vez aseguré que tardaría en volver a él, pero soy, al igual que muchos de sus personajes, inestable y fácil de convencer. Tampoco me gusta lo inamovible, quizá por eso sí me gusta la obra de Cormac McCarthy, porque en ella, entre otras muchas características, hay una constante: el desplazamiento-trashumancia-vagabundeo o como prefieras llamar a ese ir y venir casi siempre sin un objetivo concreto, a excepción de la supervivencia o de la huida de no siempre se sabe bien qué. Aquí queda ni que pintada una frase que leí una vez de Tom Waits: no puedes dejar de estar en movimiento, ningún perro ha meado en las ruedas de un coche en marcha. Y es que los personajes de McCarthy, salvando las distancias, se mueven sin cesar por instintos básicos.
En fin, esta vez acepto que me gusta Cormac McCarthy, que ya comprendo su manera de escribir, que lo comprendo a él y que caigo rendido a sus pies, que voy a descargar su obra completa en mi pequeño cerebro con capacidad para tres megas de almacenamiento y, que si me da tiempo, la voy a leer entera.
"Suttree" me ha pillado bien, y creo sinceramente que si los mandamases de la HBO y un genio como Alan Ball quisieran -y McCarthy lo permitiera, claro está- podría salir de ahí una serie de televisión de tres a cuatro temporadas que se convertiría en un éxito sin precedentes. Aunque, eso sí, que nadie piense que tiene algo que ver con "True Blood" o "Six Feet Under". Bueno..., sí podríamos usar algunos de los escenarios de "True Blood",  pero en los años cincuenta y, tal vez, algunos rasgos de personajes de "Six Feet Under"... Nada, que estoy desvariando.
Parece ser que "Suttree" es una novela semi-autobiográfica y, algo de cierto debe haber en ello si tenemos en cuenta que McCarthy pasó su infancia en Knoxville (Tennesse), el mismo lugar donde transcurre este relato y, si nos atenemos a lo que dicen las leyendas, que es un tipo que vagabundeó durante muchos años.
Pero voy a ceñirme sólo a "Suttree" y con pocas palabras, o eso espero.
Nos enfrentamos a una novela que no tiene inicio, nudo y desenlace, por mucho que en Wikipedia la quieran vender así; es decir, "Suttree" es la vida misma. Los capítulos de una parte de la vida de Cornelius Suttree, contada de forma aleatoria y sin aportar todos los datos. No es una narración fácil, aquí no te da nada hecho. Es por eso que cada episodio, cada aventura de este moderno Tom Sawyer, lo completa el lector con sus tropiezos y conjeturas. Eso hace de "Suttree" para mí, de unas de las más hermosas y monumentales novelas que he leído de McCarthy. Contiene ambientes góticos, lugares sórdidos, escenas aberrantes, momentos hilarantes, algunos eróticos, otros muy tristes...
Otro de los alicientes para volver a leer este libro es el sinfín de incógnitas y preguntas que quedan en el aire. Lo dicho: la vida misma.

Reseña de Offuscatio y opiniones de otros compañeros en la lectura conjunta:  Yossi Barzilai; Aramys Romero; Jandri.