Aquí y ahora

Cuando Joaquín colgó el teléfono le dio un ataque de pánico. No podía articular muchas palabras seguidas y era imposible comprender que nos pretendía decir. Al fin se calmó un poco y logramos averiguar el por qué de su disgusto. Marga había muerto en un terrible accidente de coche en una carretera nacional que lleva a una población cercana a Vic.
Marga y Joaquín fueron novios e incluso vivieron juntos como pareja de hecho durante unos cinco años. Durante ese tiempo no se llevaron siempre bien. Hubo muchísimas discusiones y enfados. Al final decidieron dejarlo correr pero siguieron siendo buenos amigos ya que les unía algo demasiado importante.

Precisamente querían reencontrarse en pocos días en un restaurante de Tavertet, cerca de donde Marga había fallecido, para recordar los viejos tiempos acompañados de unas mongetes con butifarra y all i oli. Seguramente hubiesen comentado la última película de Woody Allen, los últimos libros de Paul Auster y Haruki Murakami y sin duda alguna acabarían en el coche escuchando y cantando a dúo canciones de Los Piratas, Quique González y Gustavo Cerati. Seguramente, también, zanjarían la cita haciendo el amor y obviarían los peligros de sus encuentros.

Yo siempre estuve al tanto de sus idas y venidas. Me mantenía en contacto con Marga pese a que ella abandonó al grupo al terminar su relación con Joaquín. Cuando vendieron el piso que tanto les costó encontrar y al que cuidaban con sumo cariño, les apoyé en todo lo que abastecían mis manos. Hicimos incluso una cena de despedida en aquel ático tan especial, los tres solos con la única compañía de unas velas y el piano de la sombra del viento.


Joaquín estaba destrozado y hubiese hecho lo imposible con tal de consolarlo un poco. Lo quería con toda mi alma y él ni siquiera se daba cuenta. Tantas veces le miré durante largo tiempo a los ojos, enviándole tal cantidad de señales que a punto estuve de quedarme ciega. No era un amor imposible. Alguna vez que nos habíamos abrazado notaba que ahí había algo más que un simple abrazo entre amigos. Estoy segura de eso y de muchas otras cosas; él sentía algo por mí. No era quizá tan fuerte como lo que siempre sintió por Marga, pero a su manera él me deseaba.

Ahora, por fin, tenía la oportunidad de conseguir lo que siempre había ansiado. Joaquín caería rendido a mis pies cuando le pusiera al corriente de mi última inversión. Marga ya no me impedía conquistar el corazón de mi querido amigo. No existía mejor momento para acercarme a él y con mi ayuda sobreponerse a tan trágicos instantes. Le ayudaría a superar la muerte de un ser querido, le enseñaría que la vida sigue su curso y que este trance nos debe hacer reflexionar sobre lo importante que es aferrarse a la vida y disfrutarla al máximo y, coger trenes de los que no tenemos garantías que puedan volver a pasar. Como hice yo; comprar ese ático tan especial para Joaquín pensando en nuestro futuro. Hacer un curso de mecánica y saber que piezas hay que tocar para provocar un terrible desenlace. Y ante todo tener paciencia y estar en el lugar y en el momento justo. Aquí y ahora.

poemario 2

foto LilVia


Hay q ahogado

Y lanzándome a la mar gritaste
niño al afua
y es que además de considerarme inmaduro, conmigo te ahogabas



Lo que está por venir

Un paisaje hostil.
Camino a lo inesperado.
Sin posible vuelta atrás,
mal iríamos.
Al escuchar russians por poco empiezo a llorar
cosa que no me explico
aunque los nervios están a flor de piel,
nunca presté atención a la letra
tampoco tengo ningún tipo de afinidad con los rusos
y regresaba a casa en tren en plena primavera.



Nothing's changed

Los peces me asaltan
regodeándose de la escasez
Me infectan su memoria
y ya no soporto éste dolor
Sólo encuentro lagunas en plena sequía
Nadie lo ve

el cuento de los gatos

Foto Lilvia


Nunca antes se había mostrado tan afectuosa con ella, maullando intensamente e interponiéndose entre sus pies, no le permitía salir de casa. Con el bolso y el abrigo en una mano y la bolsa de la basura en la otra, estaba preparada para salir, pero a cada paso que daba la gata se le iba cruzando hasta casi hacerla tropezar. Era extraño, normalmente era el gato quien se acercaba ronroneando y se acariciaba con la pernera del pantalón, nunca la gata, y las veces en las que el gato se acercaba, casi siempre llevaba a cabo este ritual para dar la bienvenida, pero no para despedirse. Con todo, era raro que mientras la gata no cesaba en su empeño, el gato estuviera la mar de tranquilo enroscado en el sofá. Fue tan peculiar lo sucedido, que pensó en llamarle para contárselo. Él estaba trabajando y recibió con sorpresa su llamada. La gata no se comportaba así con nadie.
Él le comentó restándole importancia que, como nos sucede a nosotros, debía tener un día tonto y que simplemente era un hecho poco habitual, pero al colgar se quedó largo tiempo turbado. Muchas veces la gata se había quedado durante varios minutos observando una pared de su antiguo piso de soltero. Incluso llegó a pensar que tal vez había allí algún cadáver emparedado. Siempre había oído que los gatos tienen un sexto sentido, que tienen algo de médium y poseen el don de la telepatía. Al principio pensó que eran chorradas, simples cuentos o las típicas leyendas urbanas. Pero al tiempo de convivir con aquella gata intuyó que era especial. Cuando sufría fuertes episodios de migraña se le acercaba lo máximo posible a su cabeza y se enroscaba a su lado. Si estaba triste o deprimido ella subía a sus rodillas y se le quedaba mirando fijamente a los ojos. Cuando estaba a punto de recibir una llamada de teléfono no paraba de dar vueltas a su alrededor y no dejaba de maullar hasta terminada la conversación y colgar el auricular. Estaba claro que entre ellos existía un vínculo profundo y palpable, no eran simples suposiciones.


La preocupación que le embargaba era seguramente al fin y al cabo una simple tontería. La gata estaría más cariñosa que de costumbre y ya está. Pero pasaban los minutos y las ideas le venían a la cabeza con una rapidez y una contundencia brutal. Veía el cuerpo de ella ensangrentado y podía oír las sirenas de los bomberos y las ambulancias. Se imaginaba recibiendo la mala noticia y un estremecimiento le recorría todo el cuerpo, y como ya había sucedido en otras ocasiones cuando algo horrible le comunicaban, le temblaban las orejas y parecía como si le dieran un calambrazo.

Aquella mañana habían discutido por una estupidez y no era la primera discusión absurda aquella semana. No llevaban una buena temporada, y pensó que debía llamarla para comprobar que todo iba bien y aprovechar la ocasión para disculparse. Esta vez la sorpresa se la llevó ella. Todo iba bien y agradecía las disculpas, no era necesario que gastara dinero en llamarla sólo para eso, pero gracias de todos modos.

Se tranquilizó bastante, pero su mente no paraba de dar vueltas, como la gata, alrededor de ella. Incluso en el coche, cuando ya volvía a casa, imaginaba que al llegar no la encontraba y que recibía una dolorosa llamada. Todo eran conjeturas; papeleo, futuro… Ya empezaba a verse como un viudo joven cuando una luz cegadora invadió su coche y perdió el control. Fue en esas milésimas de segundo cuando el hijo de Kevin Correnton entendió finalmente lo que su gata había profetizado. El aviso era para su pareja con la finalidad de que le pusiera a él en alerta y, en esas milésimas de segundo la percibió joven viuda, liada con el papeleo…

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