En el centro de una enorme sala podemos ver una inmensa tarta que reproduce al mínimo detalle uno de los edificios más emblemáticos de la empresa que ofrece la fiesta. Alrededor del pastel hay hombres y mujeres vestidos de etiqueta. Parecen políticos o empresarios, que viene a ser lo mismo, -definitivamente el sol no sale igual para todos-. Hablan entre ellos, hay sonrisas (falsas y auténticas), coqueteos (todos falsos), saludos, apretones de mano y abrazos. Todos sostienen en sus manos copas de distintos licores. No faltan canapés. Todos afirman estar de acuerdo con el mensaje del Papa en su reciente y veloz visita: "los fieles españoles deben ser valientes y defender la familia tradicional, además de rechazar el aborto".
Mientras tanto llegan noticias desde El Aaiún: Agentes marroquíes han desmantelado un campamento saharaui. Los militares han lanzado gases lacrimógenos de madrugada. Han quemado jaimas. Hay duros enfrentamientos y muertos y desaparecidos. Mujeres y niños huyen por el desierto...
En el centro de una enorme sala podemos ver un inmenso montón de excrementos que reproduce al mínimo detalle una tarta con forma de edificio. Alrededor hay centenares de moscas. Han decidido ser valientes y defender la familia tradicional, defender también a los que aún no han nacido e ignorar a los vivos.
Ahora todas las moscas prestan atención únicamente a su mierda. Una mierda disfrazada, eso sí, pero mierda al fin y al cabo.