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Aunque los hechos que acontecen en la novela suceden antes, durante y después de la guerra de los Balcanes, Cirkus Columbia no es un libro sólo sobre esa guerra.
En apenas 133 páginas se abren y ramifican decenas de historias y son contadas por varios narradores en distintas formas: novela, diario, cartas...
El estilo de Ivica Djikić es incisivo, irónico y hace gala de un gran sentido del humor -humor negro si se quiere- cuando describe las debilidades de los habitantes de una pequeña ciudad de provincias de Herzegovina. Djikić no se olvida de nadie y cuenta cómo niños, jóvenes, ancianos, hombres y mujeres de diferentes clases sociales y etnias, después de convivir durante años sin ningún problema, se ven enfrentados de la noche a la mañana unos con otros. Así conocemos a los que se esconden, los desertores, los que se han convertido en asesinos, los resignados, los locos, los que deben huir -y entre ellos, los que a pesar del odio y la persecución a la que fueron sometidos, vuelven porque echan de menos su tierra-... Para todos hay alguna excusa, alguna razón que justifica su situación actual.
Amor, viejos rencores, instantes de felicidad, amistad y las curiosas peripecias de un gato llamado Bonny que es, además de la guerra, el hilo conductor de esta historia.
Copio y pego un par de fragmentos de esta novela (la parte de los cuadernos de Jako Ivanda) de la que me han entusiasmado su estructura, su historia y sus personajes:
La guerra (página 45)
La guerra empezó en la clase de Historia del Arte. Esa mañana gris la guerra entró en nuestra clase sobre las ocho. Estaba un poco nerviosa y las manos le temblaban ligeramente. Se parecía al director de nuestro instituto, Stanko Rubić, y dijo lo siguiente: "Queridos alumnos, según parece la guerra también ha llegado hasta nosotros. Id sin prisa a vuestras casas y ya os informaremos de cuándo podéis volver a clase. Hasta la vista".
Luego la guerra se extendió también a otros cursos, así que pronto todos volvimos a nuestras casas, serios y silenciosos. Era el 5 de abril de 1992. Al colegio no volvimos hasta el inicio del curso siguiente. Más adelante recordaré ese año de 1992 como el único año de instituto en el que no tuve que recuperar las matemáticas. Partiendo de eso podríamos llegar a la conclusión de que la guerra también puede aportar algo bueno.
Los serbios (página 46)
...yo realmente desconocía que en nuestra ciudad también vivían serbios. No lo sabía porque hasta aquel momento nadie me había dicho que alguien fuera serbio. Tampoco me habían dicho que alguien fuera musulmán, gitano o albanés, aunque yo lo sabía por sus nombres y más o menos sabía que nosotros, los católicos, nos diferenciábamos de los musulmanes, gitanos o albaneses -además de por los nombres- en que ellos celebraban el Bayram y nosotros la Navidad, en que ellos acudían a la mezquita y nosotros a la iglesia, en que nosotros hacemos sonar las campanas mientras que a ellos les llama el muecín, en que ellos se circuncidan y nosotros no. Y eso a grandes rasgos era todo lo que sabía sobre nuestras diferencias. Quizá había alguna cosa más, pero por lo demás éramos casi iguales: hablábamos completamente igual, nos vestíamos igual, nuestras madres nos preparaban los mismos platos y pasteles, todo igual.
Cirkus Columbia, Autor: Ivica Djikić
Editorial: Sajalín Editores
Traducción: Maja Drna