Otra sonrisa, por favor *

Tengo tanto sueño que me lleva un buen rato introducir las piernas en las perneras de mis viejos tejanos y los brazos en las mangas de la primera camisa que he encontrado buscando a tientas entre la ropa del armario. Me lavo la cara y me afeito (cada vez tengo más bigote). Sonrío.
En la cocina, mientras observo a través de la malla de alambre que previene escapes de radiación cómo da vueltas la taza con la leche, repaso mentalmente algunas ideas para escribir un posible post en el blog. El microondas emite su habitual sonido ensordecedor. Me enfado y me auto reprendo por la falta de atención. Me había propuesto abrir la puerta antes de que sonara el dichoso pitido, y me siento idiota después de haberme vestido a oscuras con el propósito de no despertarla.
Desayuno unas magdalenas y un café con leche. Sonrío. Recojo mis cosas pero antes de irme aguzo el oído al asomar la cabeza por la puerta de la habitación. Su respiración mantiene el mismo ritmo constante de hace veinte minutos. Nadie se ha despertado.
Cuando pongo los pies en el ascensor me doy cuenta de que no me he puesto los zapatos. En sentido literal he puesto los pies en el ascensor. Me quedo pasmado mirando hacia el suelo. La alfombra está llena de puntos brillantes, de purpurina, de modo que ahora también lo están las plantas de mis calcetines. En el corto espacio de tiempo en el que vuelvo a entrar en el piso para ponerme los zapatos, comprobar otra vez que sigue durmiendo y entrar de nuevo en el ascensor, he imaginado a todos y cada uno de los siete vecinos y sus respectivas mujeres del bloque vestidos de drag queen. No me cuadra. Ninguno de ellos es tan atrevido, divertido o sátiro. El único que quedaría bien vestido de mujer es el más aburrido de todos, de todos los bloques del barrio diría yo. Sonrío.
Salgo a la calle y casi me da un soponcio cuando veo a un payaso al volante de un coche familiar. Sí, ya lo sé, payasos al volante de coches circulando por nuestras calles y carreteras hay muchos. Me refiero al mismo payaso de las películas de terror. El payaso del circo. El mismo que te induce a comer desde la infancia hamburguesas y patatas fritas; hamburguesas que son 100% de carne de vacuno y como en todos sus productos los ingredientes seleccionados rigurosamente, eso sí. Siento una enorme lástima por los niños que van en la parte de atrás. Me imagino el miedo que deben estar pasando yendo a la escuela en primer lugar y a manos de un terrorífico payaso en segundo. ¡Qué clase de padre confía sus hijos a un payaso! Sonrío.
Sigo mi camino y me encuentro a más payasos, esta vez andando. Hay también extraterrestres, princesas y vaqueros. Ahora entiendo el por qué de los polvos brillantes que llevo adheridos a mis pies. Una sola palabra lo explica todo: carnaval.
Nunca me ha gustado esa sonrisa nerviosa que se me escapa ante ese tipo de situaciones. Es la sonrisa que uno quiere disimular, la que aparece en las conversaciones más serias y la que el interlocutor malinterpreta creyendo que te estás riendo de lo que dice y no sólo lo cree sino que además te lo pregunta directamente creando una situación mucho más incómoda si cabe: ¿te hace gracia lo que digo? Por que a mí no me hace ninguna.
Es ese tipo de risita que uno intenta evitar pero que no lo consigue ni pensando en la peor de las cosas que le han sucedido, y, en mi caso, la lista de cosas chungas puedo asegurar que es inmensamente larga. Será que siempre recuerdo bastante mejor las cosas buenas que las malas que por eso llevo esa sonrisa estúpida dibujada en mi cara aunque el médico me esté dando una mala noticia. En fin, que ya llego tarde a la primera cita del día y ya me río encima... Sonrío.

* Una Sonrisa Por Favor

Escrito mientras suena Esclarecidos

Universos paralelos o ¿qué?

Un libro te lleva a otro, una canción a otra, un artista a otro... Es de lo más normal. Lees a Murakami, menciona La Montaña Mágica y te crea la necesidad o al menos te despierta la curiosidad y ya te ves buscando en la librería o en la biblioteca un libro del que nunca antes habías oído hablar. Con la música sucede algo similar; gracias a David Bowie conocí a Stevie Ray Vaughan, con Ryuichi Sakamoto a David Sylvian y así podría continuar en un bucle eterno.
Lo más curioso es cuando un libro se complementa con el siguiente. Como si tuvieran una cierta continuidad. En los tres o cuatro últimos libros que he leído se repiten entre otros personajes Dante, Bob Dylan, Johnny Cash... Además se alude a temas que me resultan tremendamente familiares o de los que he hablado recientemente: cáncer linfático y quimioterapia, Aimee Mann, Funny Games, Frank Zappa, Machado y Collioure...
¿Estamos hablando de los universos paralelos?
El libro que estoy leyendo ahora mismo es de Mark Oliver Everett, Cosas Que Los Nietos Deberían Saber. Mark Oliver Everett, si no lo conoces, es E, el cantante de Eels e hijo de Hugh Everett III autor de la teoría de Los Universos Paralelos. En el libro, autobiográfico, dice cosas muy interesantes de su padre, pero estos días me gusta repetir lo siguiente: a sus trece años mantenía correspondencia con Albert Einstein y elaboraba conceptos inauditos sobre el hecho de que todo lo que puede suceder en este mundo está sucediendo en algún lugar.
¿No te suena de nada? A mi parecer tiene mucho de Lost o quizá Lost tiene mucho de Hugh Everett III.
El fin de semana pasado mientras unos amigos manteníamos una agradable charla sobre la serie y se iban lanzando teorías, les hablé precisamente de Hugh Everett III y hoy me encuentro en el blog de Agustín Fernández Mallo una entrada con este título: ESTAMOS MÁS Lost QUE NUNCA [o El jardín de los senderos que se bifurcan, o Everett III].
Siguen sucediendo estas cosas, una cosa lleva a la otra y las casualidades se amontonan formando un universo paralelo. No sólo se menciona a Hugh Everett III, también se habla de Solaris, y es que siempre he pensado que en Lost pasa un poco como en la estupenda novela de Stanislav Lem de 1961 y en la que se basan las dos películas; Solaris (Andréi Tarkovski) de 1972 y Solaris (Steven Soderbergh) de 2002. Te recomiendo las tres.
En un principio sólo quería escribir este post para recomendar la primera película dirigida por Duncan Jones (hijo de David Bowie), Moon (triunfadora en el último festival de cine fantástico de Sitges), pero como ya he escrito más arriba y reiteradas veces, una cosa lleva a la otra. Cuando vi Moon no puede evitar poner la pausa y comentar lo mucho que me me hacía pensar en Solaris.

La lluvia cae sobre el suelo gris...

Y en esas estamos, escuchando en mi plato giradiscos a The Smiths en un día de lluvia. Las dos cosas, The Smiths y la lluvia, me han recordado la canción de Duncan Dhu esos ojos negros:

la lluvia cae sobre el suelo gris
el tiempo pasa y no puedo reír
la noche es larga mi voz amarga
hoy he visto despertar el sol
y tus pupilas brillarán
pero espera descuida
y ya verás
los buenos tiempos
volverán
pero espera descuida
que ya vendrán
la lluvia los devolverá

Creo sinceramente que es un tema muy optimista. A veces necesitamos escuchar a Morrissey aunque estemos muy tristes y no siempre una canción de esas características nos va a deprimir, puede suceder todo lo contrario. Duncan Dhu tenían mucho de Morrissey. Erentxun y Morrissey. Los dos me vienen a la mente cuando llueve, aunque últimamente gana puntos Ian Curtis. Ayer Marta decía que escuchaba a Antony and the Johnsons, una opción muy acertada también.
Y en esas estamos; ser positivo y ante todo pragmático.
Vengo de dar un paseo provechoso a resguardo de la lluvia con un paraguas maltrecho. Pasear no sólo me ayuda a ponerme en forma físicamente. He tenido dos conversaciones muy interesantes. Las dos me ayudan psicológicamente pero, además, una de ellas da para escribir un relato. Me he sentido como si fuese el protagonista de una novela de Paul Auster. Hay días que las casualidades se amontonan de tal modo que dan paso a un universo paralelo. Muy lost, muy Mark Oliver Everett.
Y en esas estamos, sin perder tiempo en cosas que no merecen la pena, And heaven knows I'm not miserable now.

Black, Colin Vearncombe

Black es conocido mundialmente por la canción Wonderful Life: No hay necesidad de correr y esconderse, Es una maravillosa, maravillosa vida...
No seré yo quien diga que merece un descanso, ese menester se lo dejo a otros, entre otras cosas porque es una canción que me gusta y es de esas que además evocan olores, momentos e imágenes entre las lagunas de mi memoria. Están en la misma lista Wicked Game, Moondance, Son Cuatro Días, The Cross, Couldn't Stand The Weather, Bigmouth Strikes Again, Where Is My Mind, Been Caught Stealing, La Chispa Adecuada, La Grange, Give Me The Night, Our House (la de Crosby, Stills, Nash & Young eh!) y un etcétera que se haría largo y absurdo citar.
Me jode cuando me doy cuenta que le he perdido la pista a algún músico y doy por hecho que sólo tiene cuatro discos y sentencio que desde la aparición del último se ha tomado un largo descanso. También es una lástima que no se escuchen en la radio más que dos canciones y que sean siempre las mismas de un cantante de la talla de Colin Vearncombe, más conocido como Black. Según wikipedia, Black es una banda británica encabezada por el cantautor Colin Vearncombe. Yo siempre pensé que Black era su nombre artístico y tal vez por eso perdí su rastro después de Are We Having Fun Yet? (1993). Un álbum al que nunca presté mucha atención pero que ahora mismo y gracias a spotify estoy escuchando.
Ayer mientras curioseaba entre los discos de Pere, vi que tenía Black (1991). No lo puedo evitar, me pongo contento cada vez que puedo decir que yo también tengo algún disco de su colección. Además da la casualidad que dos días antes lo había escuchado dos veces seguidas en uno de mis platos giradiscos que recientemente he instalado en la sala de estar. Así que se lo dije y sin casi darme cuenta ya estaba sonando en su magnifico equipo de alta fidelidad. Ya me había puesto el gorro y la parka dispuesto para marchame, pero me senté en el sofá a escuchar como mínimo una canción, la primera que abre ésta pequeña obra de arte: Too Many Times. Aunque después le siguen Feel like Change, Here It Comes Again, Learning How To Hate y, al final de la primera cara del disco, un dueto con Sam Brown, Fly Up To The Moon, y que hicieron que me resultara difícil volver a mi casa. Así que esta mañana le he quitado el polvo a Wonderful Life (1987) y Comedy (1988). Me ha gustado volver a disfrutar de estos discos, pero sin ninguna duda me lo he pasado mejor cuando he escuchado de nuevo Black (1991) y esta vez entero.
Entre disco y disco he buscado información de Colin Vearncombe y la sorpresa ha sido mayúscula cuando me he enterado que aún sigue en activo y que trabaja desde su propia discográfica Nero Schwarz. En total, como Black, tiene seis discos y como Colin Vearncombe otros seis, aunque a éstos se le deben sumar varios directos y recopilatorios. El disco más reciente se llama Water On Stone (2009).

Más información Colin Vearncombe, Wikipedia, Black en spotify

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